Fundación Telefónica, en colaboración con Aspen Institute España, ha cerrado su ciclo Tech&Society, donde tres expertas han hablado sobre la evolución de la tecnología en las últimas décadas. El debate, llamado Tecnología humanista para el futuro, ha contado con la participación de Ana Buitrago, directora de Servicios Jurídicos de Amazon para Sur de Europa, Alemania y Reino Unido; Marta Peirano, escritora y periodista especializada en tecnología y poder, y Sofía Prosper, arquitecta, emprendedora y activista de la privacidad.
Tres mujeres de tres generaciones distintas para hablar sobre cuestiones ciudadanas relacionadas con la tecnología. “Yo soy de la primera generación, la ‘.com”, ha indicado Buitrago. Empecé como abogada, en el 2000, en Terra Network, filial de Telefónica en contenidos en internet, y estábamos en los comienzos en cuanto al modelo de negocio, no sabíamos la rentabilidad”.
A ella, esa época le recuerda a la actual que pasa el blockchain: prueba y error, sin contar con el componente cripto. En torno a los buscador, por entonces no estaba Google -faltaba un año y medio para su lanzamiento-, y se creaban portales de contenidos donde la monetización venían de los banners, algo muy novedoso. Eso sí, ha contado, se perdía dinero a espuertas y no había apenas comercio electrónico, no había demanda ni oferta, fallaban métodos de pago y logística. Y no había redes sociales, no existía Facebook.
“Se creaban canales, foros, chats, y era un poco los abuelos de las actuales redes sociales. Tampoco había regulación, algo de jurisprudencia de EEUU. En el 2000, con mucho lobby de tecnología, nació directiva de comercio electrónico, que se implementó con la ley de servicios de la sociedad de la información. Era actuar rápidamente para mitigar el daño”, ha explicado.
“EEUU diseña, China produce, Europa regula”
Al llegar a Amazon, diez años después, Buitrago llegó a Amazon, donde, ha asegurado, descubrió la dinamización del comercio electrónico. Que existía, pero las compañías españolas no apostaban por él. De hecho, les “atacaban” porque se sentían amenazadas hasta que el sector retail se adaptó.
“De su mano llegó también el servicio en la nube, con un gran foco regulatorio, agudizado por la pandemia, y con Europa como punta de lanza, junto con California y Japón, que están un escalón por debajo”. Y el blockchain, por último, es la tecnología que ve como potente, pero que necesita un proceso de limpieza, “necesario”, una regulación que no mate su descentralización y que tenga seguridad jurídica.
“Para mí, el reto es que en Europa falta una regulación armonizada, incluso en áreas que tienen regulación única como pueda ser protección de datos. No obstante, las autoridades luego ejecutan no solo por lo jurídico, sino por lo político y cultural, lo aplican de forma diferente, con tipos de multas distintas y que fragmentan el mercado único y contra la eficacia competitiva en un mundo global”, ha indicado.
Según Buitrago, es muy preocupante el impacto de las redes en la salud mental, las noticias falsas… Y, en todas, la regulación va por detrás.
El producto es uno, no hay tres Metas. Me preocupa decir que, como madre deadolescente, el impacto de las redes en la salud mental es muy preocupante. El dilema o como sea el documental de Netflix para crear la misma adición, noticias falsas también es preocupante, el mundo es consciente, pero no se si es suficiente. Y que la regulación va muy por detrás. “EEUU diseña, China produce, Europa regula”.
El capitalismo de las plataformas
Por su parte, Marta Peirano empezó a trabajar pronto en la primera sección de internet que hubo en un periódico en español, El Navegante. Y a trabajar en el suplemento de El Mundo, Ariadna. Su trayectoria ha abarcado casi los mismos años que Buitrago, aunque el tránsito ha sido distinto: “Las primeras redes sociales eran muy al principio, tampoco había Facebook. Pero había lugares de encuentros para montar videojuegos, por ejemplo, así aprendía la gente a programar. Conocí a unos hackers para encriptar el canal de IRC en el que estaba hablando y me entrenaron en la idea de que todo lo que pasa en un lugar que no es mi habitación generalmente está lleno de micrófonos”.
Y es que la privacidad siempre ha sido muy importante para ella. Por otro lado, en lo que es culturalmente relevante, vivió la llegada de Napster, que entró casi proclamando que el copyright no tenía valor “mientras que llegaba el FBI con helicópteros para detener a personas que descargaban música”.
Un contraste con la llegada de videojuegos masivos online, la preconfiguración de las redes sociales, donde los usuarios se encontraban con desconocidos y pasaban cosas “magníficas y horribles”, la antesala del gamergate y el inicio de esa nueva era de acoso de género de manera organizada y también el bullying. “Siento que he vivido otras cosas”, ha enfatizado
“Todo esto que digo está relacionado, como Napster, que era una red descentralizada. Movimientos muy naif, pero eran personas que tenían conocimientos técnicos y habilidades en foros y una ambición política que ahora ha desaparecido, creo, en el ámbito digital y lo extraño. Y he vivido los blogs, abrí uno en 2002 y publicaba cosas que nadie me quería publicar. Pero he visto que ese mundo de los blogs se convertía en el mundo de lo que en su momento llamaron web 2.0 y que ahora, con más criterio, podemos llamar el capitalismo de las plataformas”, ha indicado.
De Trump a la necesidad de parar
Por último, el mundo de la tecnología al que se ha enfrentado Sofía Prosper empieza en 2009 con su primer smartphone y a nivel laboral en 2017. “El mundo al que me enfrento no es el maravilloso Internet original, sino que el mundo al que me enfrento tiene unos retos completamente diferentes y terribles”.
Posverdad, noticias falsas, cómo Cambridge Analytics lleva a Trump al poder. “Justamente llegué al activismo así, porque ¿cómo le explicas a una persona que su privacidad es un derecho, que la pierdes día a día por una comodidad?”.
Así, junto con Pablo Castro y Santiago Saavedra formó una organización en la que luchaban contra la sensación generalizada de que no importa la privacidad. “De tanto apuntar cuáles eran los problemas, de que todo estaba fatal, nos dijimos que queríamos ofrecer algo, una alternativa: se trata de Lluvia, una plataforma para tener una nube en casa dependiente de un software físico, porque la base es tener un servidor con tus propios datos. Pero tiene un discurso complicado: ¿cómo decirle a alguien que pague por algo que las grandes le dan gratuitamente?”.
Con respecto a los retos, le parece que nos enfrentamos ahora mismo, “y suena ingenuo”, a la “necesidad de parar un poco”. Y es que Prosper cree que la solución no pasa por creer que la IA o –“cualquiera de estas tecnologías que se están endiosando”- serán las que saquen las castañas del fuego. “Creo que no pasa por ahí. Cada vez que nos enfrentemos tenemos que preguntarnos si va a tener un impacto positivo. Es fruto de mi corta experiencia quizá, que sigo viendo las cosas blanco y negro, aunque note grises. Tenemos que parar, la tecnología no nos va a salvar, y si nos va a salvar se lleva por delante todos los recursos”.
Y ha señalado: “La tecnología se ve bien en la metáfora de la nube, que ha tenido muy buena gente de marketing que nos aleja de la realidad. El Internet de antes estaba más cerca del ser humano, entendías que dependía de una red de una infraestructura. Ahora estamos fuera de la realidad, ahora estamos en una capa por encima que nos aleja más allá del agua, de la tierra. De recursos de los que estamos abusando”.