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Anuario 10 aniversario

CIENCIA. El emprendimiento y la innovación. Ciencia y empresa en la era de la colaboración.

Por Ramón Torrecillas San Millán, director general de Fundación General CSIC.
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En 2013, el mundo comenzaba a sumergirse en lo que se ha conocido como la “edad dorada del emprendimiento”. El foco estaba puesto en los audaces emprendedores que surgían, sobre todo en el sector tecnológico, aportando ideas disruptivas que revolucionaban el mercado y el modo de vida. Emprendimiento e innovación se volvieron términos casi indistinguibles y, en el imaginario colectivo, los emprendedores eran vistos como los héroes que, con su ingenio y audacia, podrían llevarnos a una nueva era de prosperidad.

Sin embargo, lo que este enfoque pasaba por alto es que para que la innovación sea de calidad y verdaderamente disruptiva, esta necesita tener sus raíces en la ciencia. La ciencia es la que genera el conocimiento que, una vez protegido y aplicado, puede transformarse en innovación. Esto nos lleva a reflexionar sobre el verdadero valor de la ciencia y su indisoluble relación con la innovación y el emprendimiento.

Durante una década, se pensó que la solución a desafíos como el desempleo y la desigualdad económica residía en el fomento de nuevas empresas y el apoyo a los innova[1]dores audaces. Pero pasamos por alto la contribución de empresas ya consolidadas y de la ciencia a la innovación.

“La innovación de calidad y disruptiva necesita tener sus raíces en la ciencia”

Empresas como Google, por ejemplo, que comenzó siendo una startup, generaba innovaciones significativas en publicidad online, nube e inteligencia artificial, gracias a su infraestructura, recursos y experiencia. Subyacente a estas innovaciones estaba la ciencia.

La revolución de la biotecnología ilustra perfectamente la fundamental interrelación entre ciencia e innovación. La edición de genes con la tecnología CRISPR, que ha revolucionado la biología molecular, surgió directamente de la investigación científica básica sobre cómo las bacterias se defienden de los virus. Los científicos descubrieron que las bacterias utilizan un sistema de ‘cortar y pegar’ para desactivar el ADN viral, y este hallazgo fue aplicado para desarrollar una herramienta de edición de genes que ha transformado la medicina y la agricultura. Las empresas de biotecnología que han surgido a raíz de la tecnología CRISPR están liderando la innovación en áreas como la terapia génica y la mejora de cultivos. Este es solo un ejemplo de cómo la ciencia puede conducir a la innovación disruptiva.

Algunas startups han demostrado su gran capacidad para introducir innovaciones disruptivas en el mercado. SpaceX, con su enfoque en cohetes reutilizables, ha cambiado el rostro de la industria aeroespacial, haciendo posible la exploración espacial privada. Beyond Meat, por otro lado, ha desafiado las convenciones de la industria alimentaria al desarrollar productos a base de plantas que replican el sabor y la textura de la carne. Pero no sólo las startups son fuente de innovación. Empresas consolidadas como Apple y Amazon han continuado liderando en términos de innovación en sus respectivos campos.

“Es esencial que, mientras apoyamos el emprendimiento, valoremos la contribución de la ciencia y de las empresas establecidas”

Avanzando hacia la segunda mitad de los 2020, se ha visto crucial el hecho de fomentar un entorno donde nuevas y consolidadas empresas coexistan y colaboren. Igualmente, se ha evidenciado la necesidad de fortalecer el vínculo ciencia-empresa. Asimismo, este periodo nos ha hecho reflexionar sobre el papel de las instituciones públicas en el proceso. ¿Deberían promover activamente el emprendimiento o dejar que el mercado dirigiera su rumbo? ¿Cómo garantizar que no se socave el desarrollo de ideas y conocimiento?

Mirando hacia el futuro, debemos buscar formas de fomentar la colaboración entre los diversos actores del ecosistema empresarial. Las empresas ya establecidas pueden nutrir a las startups a través de incubadoras o programas de aceleración, beneficiándose a su vez de la frescura y la audacia de estas jóvenes empresas. Las instituciones públicas pueden desempeñar un papel activo, fomentando la colaboración y proporcionando incentivos para la innovación en todas sus formas.

Desde la Fundación General CSIC, tengo la oportunidad de presenciar la importancia de un enfoque equilibrado y colaborativo para fortalecer el ecosistema empresarial y de la innovación. La estrategia que nosotros desarrollamos se sustenta precisamente en la pretensión de reforzar el vínculo entre todas las partes implicadas y en facilitar una innovación disruptiva, mediante la valorización del conocimiento científico generado en el CSIC y la promoción de la colaboración público-privada.

Es esencial que, mientras apoyamos el emprendimiento, valoremos la contribución de la ciencia y de las empresas establecidas al desarrollo de nuevas ideas. Así, podremos crear una sociedad innovadora, donde todas las buenas ideas tengan la oportunidad de florecer.

A medida que avanzamos hacia una nueva década, debemos aprender de los éxitos y errores del pasado. Todos tenemos un papel que desempeñar en la promoción de un ecosistema de innovación que sea equilibrado, inclusivo y propicio para innovar más y mejor.

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