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Ciencia-me un Cuento o la fórmula secreta para despertar vocaciones

La Fundación Lilly y la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido presentan la obra que recopila textos de científicos y científicas destinados al público infantil
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Ilustración del cuento de la oceanógrafa Laura Ibáñez dentro de la recopilación 'Ciencia-me un Cuento'.

“Una recopilación para avivar la curiosidad científica y enriquecer a sus lectores transmitiendo conocimientos científicos de una manera cercana y divertida”. Este es el objetivo principal de ‘Ciencia-me un cuento’ (descarga gratis la versión digital), el libro impulsado por la Fundación Lilly y la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU / SRUK) presentada el miércoles en la desde del Instituto Cervantes en Madrid. La obra, editada en inglés y español, recopila los cuentos ganadores de las tres primeras ediciones del concurso de relatos científicos para niños del mismo nombre.

Pero, ¿qué ingredientes deben incluir este tipo de cuentos para funcionar entre el público infantil? Bárbara de Aymerich, profesora de Didáctica de las Ciencias de la Universidad de Burgos y autora del prólogo del libro, explicaba en la presentación de ‘Ciencia-me un cuento’ que conviene que sean textos breves para así mantener la atención de los niños, con un elenco corto de personajes asumibles por ellos o con los que puedan sentirse identificados.

“El argumento tiene que apostar por la sencillez e incluir no más de 4 o 5 conceptos científicos. Eso sí, sin eufemismos, llamando a las cosas por su nombre. Que sean pequeños no significa que no entiendan que igual que papá o mamá, existen las bacterias”, aclaraba De Aymerich. La también fundadora de la escuela Espiciencia (en la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros), añadía que es importante que el cuento sea simbólico y ficticio, pero abriendo la puerta al mundo real, para moverse así entre dos zonas, igual que los propios niños. “Debe resolver preguntas, pero no todas, así tendrán ganas de más. E incluir una moraleja: la ciencia es de todos y para todos. Cambia el mundo. La obra ha de conseguir que puedan verse como futuros científicos”.

Pese a no ser maestra de formación, Bárbara de Aymerich ejerce como tal. “Además, tengo la suerte de estar rodeada de las maestras y los maestros de mis hijas. He podido observar los ojos de los niños brillar a la espera de un “Érase una vez…”. Un silencio cómodo de total expectación. Después quieren saber cuanto antes el final y, a la vez, que el cuento nunca termine. Es un momento precioso en el que surgen nuevas preguntas y respuestas”. En el lado emocional, la investigadora explicaba que no hay noche en la que no lea con sus tres hijas. “Las lecturas han ido cambiando con el tiempo, pero lo que permanece es el momento de sosiego y unión en torno al libro”.

La pandemia ha implicado un impulso revitalizado de la divulgación científica. “Los científicos deben salir de su rutina y acercarse a la sociedad. Por su propia naturaleza, la ciencia que no es comunicada a los demás no existe. Y que los niños amen algo que no conocen es complicado”, argumentaba De Aymerich. La prologuista de ‘Ciencia-me un Cuento’ considera que, para los científicos, escribir un cuento es un ejercicio de redacción, pero también de expresión. “Se trata de lograr que la gente entienda lo que hacemos. Cada vez hay más interés por comunicar la ciencia a personas que no saben de ciencia”.

La investigadora incorporaba a la ecuación la relevancia del día a día y del entorno más próximo de los niños. “Creo en la frase ‘ciencia desde la cuna’. Padres y docentes son sus primeras referencias. Los niños depositan en ellos toda su confianza, así que es importante que sean ellos quienes los acompañen en su primer acercamiento a la ciencia. Solo así se asentará la base que dará lugar, o no, a algo más fuerte”.

La profesora de la Universidad de Burgos invitaba a cambiar el rol tradicional del docente para cumplir con este objetivo con mayor efectividad. “Que no nos vean como una figura que todo lo sabe, sino como alguien igual que ellos, que se hace preguntas y trata de resolverlas. E incorporar a las historias intriga, suspense, emoción o sorpresa, buscando explicación a asuntos cotidianos. Tenemos que poner a su alcance referentes; hablarles de personas reales que hacen ciencia. Así comprobarán que tenemos familia, aficiones o que nos gustan los chicles”, concluía Bárbara de Aymerich.

La oceanógrafa del Instituto Español de Oceanografía, Laura Ibáñez, es la autora de uno de los textos recopilados en ‘Ciencia-me un cuento’. En ‘Copep-mar y el globo verde’, Ibáñez ha querido transmitir su pasión por la ciencia y concienciar en torno al problema de los plásticos en mares y océanos. “He pretendido explicar qué hacemos los científicos marinos y cómo lo hacemos. A nivel personal, quise probarme a mí misma. Entre los 8 y los 11 años escribía cuentos sobre cualquier temática. No había vuelto a intentarlo hasta ahora”.

La investigadora ha llevado a cabo distintas actividades en colegios con el cuento en el centro. “Los resultados son muy positivos. Motivamos a los futuros científicos a ser más analíticos, observadores y comunicativos. Las historias estimulan su curiosidad y les lleva a plantear nuevas hipótesis. Aprenden ciencia jugando y divirtiéndose.” Ibáñez se detenía en el papel determinante de las ilustraciones en este tipo de obras. En ‘Ciencia-me un Cuento’, los ilustradores han trabajado de manera altruista. “Las formas y los colores ayudan a entender y a recordar conceptos complejos”.

Enrique Royuela, doctor en Microbiología, Fisiología y Genética, fundador y editor de Principia, aseguraba que los cuentos derriban estereotipos y clichés aún muy arraigados. “De niño pensaba que la ciencia era solo cosa de los más listos o lo más raros. Últimamente esto ha cambiado. No hay que ser el más brillante porque no es necesario. Cada uno tenemos nuestras habilidades. Publicar cuentos donde niños y niñas se vean reflejados es necesario en el fomento de vocaciones”.

“Los cuentos -añadía Royuela- son una herramienta esencial para hacer divulgación y llevar el conocimiento a la sociedad”. En este sentido, el investigador señalaba que no es casual que los autores líderes de ventas sean los maestros del misterio. “En el fondo son maestros de la narrativa, de contar historias. Manejan ciertas claves generadoras de emoción y empatía. Ante un conflicto, el lector se siente atraído y partícipe, también los niños. La narrativa tiene la llave para enganchar. Esa es la clave”

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