El próximo sábado 27 de marzo se estrenará El Padre, una adaptación teatral de la obra del sueco August Strindberg. Pero no será una adaptación cualquiera. Se lanzará en streaming a través de la plataforma Plató Principal, una idea del productor cántabro Edy Asenjo en la que, gracias a la tecnología, el espectador puede cambiar de punto de vista y de personaje en cualquier momento de la obra.
Durante seis años, la compañía dirigida por Asenjo estuvo representando teatro inmersivo, montajes de clásicos europeos del XX para público reducido. Aunque no en un escenario, sino en el salón de una vivienda real, un piso señorial en el centro de Santander con el público dentro de la propia escena. Pero tuvieron que “parar” cuando llegó la pandemia. Este fue el detonante de Plató Principal.
“Quisimos continuar proporcionando a nuestros clientes las mismas sensaciones y similar experiencia, pero esta vez desde su casa. Para conseguirlo, exploramos el resultado de colocar cámaras en los actores y ofrecer funciones al estilo del mítico Estudio 1 de RTVE aunque esta vez en vivo, en formato igualmente inmersivo y con el espectador como protagonista”, explica Asenjo.
Así que, ¿por qué Strindberg? Básicamente, porque es su autor de cabecera. Destiló los clásicos y los trajo a la edad moderna y, si hay un autor fácilmente aplicable al lenguaje moderno, es él. Sobre todo, por su búsqueda del conflicto permanente, señala. “Y qué mejor que poner cámaras en personajes que están en continua pelea y transformar el teatro en un ring. El combate está servido”.
La relación con los videojuegos
Plató Principal mantiene relación con el mundo de los videojuegos, uniendo así el teatro con la interacción. Para ello, han adoptado el modo "ojo de pez" de todos los videojuegos en los que el protagonista es el propio jugador. La relación tiene que ver también con el clásico "cambio de personaje”.
“Queremos seguir implementando esta línea de trabajo hasta lograr que el espectador intervenga en la trama ofreciéndole finales alternativos en la obra, en desarrollos posteriores. Para nosotros la idea del ciberactor y de la e-escena son un caramelo para las artes escénicas, algo que no se puede desaprovechar y queremos seguir explotándolo”.
De hecho, ya lo hicieron en el espectáculo interactivo de teatro de calle Calles Malditas protagonizado por actores humanos y criaturas digitales generadas por realidad aumentada y en el que el espectador interactuaba con la acción a través de una app instalada en su teléfono móvil. “Creemos firmemente en la cultura como una rama fundamental de la nueva tecnología”, asevera Edy Asenjo.
Así, al igual que en el lenguaje cinematográfico, el sentido del cambio de personajes es implementar la sensación de inmersión en la trama. “No obstante, en nuestro caso, en el que se puede cambiar de cámara en cualquier momento de la realización general al punto de vista de actor, la idea de juego es una idea destacada”.
El productor piensa que el aspecto lúdico de la cultura, aunque se hable de clásicos, no se debe esconder. “Originalmente, los autores que ahora consideramos ‘serios’ no tenían esa misma visión de sí mismos. Trataban de llegar al público captando su atención y no sermoneándoles. Con este recurso que proporcionamos al público, queremos decirle que todos tenemos derecho a jugar, hasta cuando vemos una obra de teatro, llamémosle ‘serio’”.
“No va a ser un Srindberg en vaqueros”
Del mismo modo, Asenjo adelanta que serán fieles al espíritu de la época, pero usando recursos cinematográficos que les permitan hablarle de tú al espectador de teatro contemporáneo. “El lenguaje cinematográfico tiene escasamente cien años y no hablemos del televisivo. Sin embargo, si Strindberg hubiera nacido ahora habría puesto cámaras en el pecho de sus actores, sin lugar a dudas”, argumenta.
El canon, tal como dice el productor, es tal porque se puede romper. Aunque “no va a ser un Strindberg en vaqueros". No quieren adoctrinar al espectador y decirle que las cosas a partir de ahora tienen que ser así. Quieren contarle que hay otra manera. “También nos gusta abrir nuevas vías de trabajo y contarles a otros profesionales que las cosas se pueden hacer de otra manera, y que el público espera de nosotros eso, que nos arriesguemos y que le ofrezcamos cosas nuevas”.
Y concluye: “El público, a pesar de la opinión generalizada que de él se tiene, no es conservador, tiene hambre, aunque a veces no sepa qué le apetece comer. Los creadores y productores lo somos en tanto en cuanto proponemos alternativas. Sin innovación, no hay cultura. Lo mismo que no habría tecnología”.