La científica extremeña Ana Muñoz (Badajoz, 1980) fue reconocida en 2021 como la mejor profesora bilingüe del año en Estados Unidos. Y lo fue gracias a sus clases de biología y química en español.
“Yo creé la primera clase de química en español en un instituto de Estados Unidos”, asegura Muñoz desde Arlington, Virginia, un condado separado de Washington D. C. por el río Potomac. La profesora trabaja en el programa de inmersión bilingüe del Instituto Público Wakefield, donde la mitad de sus alumnos son hijos de inmigrantes y hablan español en casa.
Muñoz asumió hace un par de meses la presidencia de la Asociación de Científicos Españoles en Estados Unidos (ECUSA). Una organización sin ánimo de lucro, que aglutina a unos 1.500 profesionales de la ciencia y la tecnología en todo el país, que ella misma fundó en 2014 junto con otros científicos españoles. “Soy la primera presidenta que se dedica a la educación, con lo cual le daré [a ECUSA] una perspectiva un poco más de divulgación”, señala.
Brecha científica en el colectivo hispano
Su lucha por divulgar las ciencias la libra sobre todo en el aula. Porque es ahí donde puede contribuir a que los hijos de inmigrantes, la mayoría de Centroamérica, se interesen por estas. “Hay un gap [brecha] de ciencias en el colectivo hispano. [...] Les faltan modelos, referentes. Es allí [en el aula] donde podemos hacer una labor muy grande de estimulación de este colectivo para que sigan carreras de ciencias”, afirma.
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Piensa sobre todo en las chicas. Y para fomentar su interés, Muñoz participa en Stem for her, una organización sin ánimo de lucro que promueve la educación científica entre mujeres y niñas. Con esta organiza encuentros con científicas para que las jóvenes conozcan las profesiones a las que pueden aspirar.
“Los modelos son muy importantes y especialmente para las minorías. El hecho de verse allí reflejadas y decir: pues si ella puede, yo también”, afirma Muñoz. Incluso para aquellos estudiantes de origen hispano que dominan el inglés con fluidez el hecho de que la ciencia se comunique sobre todo en inglés puede ser una barrera (según un estudio de 2015, el 99% de las publicaciones de ciencias naturales son en inglés).
El español permite crear un referente no solo para sus estudiantes. “Me puedo comunicar mejor con sus padres”, comenta. La mayoría de ellos no están formados en ciencias y recuerda que en un encuentro con científicos de AstraZeneca, una estudiante le trasladó la inquietud de su madre: quería saber si en esos laboratorios convertían a la gente en zombis.
Y no era la primera vez que escuchaba algo por el estilo. “Yo he tenido que convencer a padres de que la vacuna no te mete al demonio”, relata la doctora en microbiología por la Universidad de Extremadura.
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Cada vez más escuelas públicas ofrecen programas bilingües en EE. UU. Mientras que en 2010 había unos 1.000 programas en escuelas públicas que permitían a los estudiantes aprender en inglés o en otro idioma —generalmente español o mandarín— en 2021 ese número se triplicó hasta alcanzar unos 3.600 programas.
"Cuando tengáis una gripe, no toméis antibióticos"
Muñoz quiere que sus alumnos se sientan científicos desde que entran en el aula. “Cuando yo veo las caras de esos que dicen: ‘Yo es que la ciencia no es lo mío’ y veo que están disfrutando, que están preguntándome cosas, ahí es cuando sé que estoy haciendo algo bien”, destaca.
La profesora advierte a sus estudiantes, entre otros temas, sobre la resistencia a los antibióticos: “si de esta clase de biología podéis sacar algo por lo menos es que cuando tengáis una gripe, no toméis antibióticos [...] Los virus no están vivos, no los podéis matar con antibióticos”.
Y considera que en un país donde hay estados en los que no se enseña la teoría de la evolución, sino el creacionismo, negarle a los jóvenes el acceso a la educación científica es una forma de control social. “Es una forma de control de la población, porque las élites sí que estudian en colegios donde se enseña evolución”.
De investigadora a profesora
Muñoz llegó a Estados Unidos hace casi 10 años para hacer una estancia postdoctoral en la Universidad de Minnesota, donde trabajó en el Departamento de Agricultura en un proyecto de herbicidas por microorganismos. Luego volvió a España y trabajó en una empresa privada en el desarrollo de cócteles enzimáticos para la producción de bioetanol.
Años después volvió a EE. UU. y para poder conciliar su vida personal y laboral decidió hacer un giro en su carrera y dedicarse a la enseñanza. “Yo estaba en un departamento de investigación en Georgetown y vi que era imposible, que no le podía decir a los microorganismos ‘no crezcáis hoy que me viene muy mal, que es fin de semana y yo tengo que estar con mis hijos”.
Aunque en un futuro no descarta volver a la investigación por ahora disfruta de seguir transmitiendo su amor por las ciencias. “Todavía me estoy divirtiendo y mientras esté divirtiéndome voy a seguir aquí”.