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Anuario 10 aniversario

SOBERANÍA. El auge del deep tech y la evolución de España en la carrera de la innovación tecnológica

Por Oihana Basilio Ruiz de Apodaca, profesora de Economía en la UAM e investigadora en MIT /Rafael del Pino
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En los últimos años la importancia de las deep tech (tecnologías que combinan conocimientos de frontera en ciencia e ingeniería y que permiten el desarrollo de soluciones disruptivas) ha crecido de forma constante a nivel mundial. La inversión en emprendimientos de este ámbito en Europa alcanzó, como máximo histórico, los 22.000 millones de dólares en 2021 (Dealroom, 2023). El aumento de la importancia de estas tecnologías no se debe solo a su impacto en la soberanía tecnológica o a su capacidad de transformación de la industria, al introducir descubrimientos por ejemplo en el ámbito de la nanotecnología, la tecnología aeroespacial, la fotónica, la fusión nuclear, la IA, la robótica, o la computación cuántica; sino a su potencial para la resolución de desafíos globales complejos y la mejora de la calidad de vida.

Conscientes de su importancia y de las necesidades específicas que el desarrollo de estas tecnologías clave plantean[1], gobiernos de varios países europeos (p.e. Francia, Alemania o Reino Unido) han puesto en marcha planes ambiciosos de apoyo a las deep tech. Asimismo, la Unión Europea también ha hecho avances en esta dirección, lanzando entre otras acciones el EIC Fund. En el caso de España, se han producido mejoras recientes en este sentido, con la aprobación por el Consejo de Ministros, en diciembre de 2022, del Plan de Transferencia y Colaboración, que introduce medidas explícitas de apoyo al emprendimiento en deep tech. Además, es importante destacar algunas reformas e iniciativas clave que afectan al emprendimiento en este ámbito, como la Ley de Startups, la Ley de Ciencia Tecnología e Innovación, el fortalecimiento de instrumentos existentes como Neotec e Innvierte, o la creación de nuevos como el Fond-ICO Next Tech.

También es positiva para el deep tech la recuperación paulatina del gasto en I+D interna del país desde 2013, que alcanzó el 1,43% del PIB en 2021, aunque todavía muy por debajo de la media de la UE (2,27%), de China (2,45 %) y de EEUU (3,45%).

"El deep tech español necesita más músculo y más masa crítica"

Por otra parte, en relación con la inversión privada en startups de deep tech en España, pueden resaltarse avances importantes, como la aparición de fondos de inversión especializados y el crecimiento de la inversión en más del 39% en 2022 (Dealroom, 2023), aunque el nivel de inversión ($722 millones en 2022) es todavía muy inferior al de otros países europeos (p.e. $5.100 millones en Reino Unido y $2.400 millones en Francia). A su vez, estas inversiones se están impulsando actualmente desde el sistema público, especialmente a través de los PERTE en sectores relacionados, como el aeronáutico, el hidrógeno verde, o la microelectrónica.

Además de importantes inversiones, las deep tech requieren de capital humano altamente cualificado, con conocimiento específico científico-técnico y, a su vez, con profundo conocimiento del mercado, así como de los procesos de transferencia tecnológica. Esta necesidad plantea un importante reto para el sistema educativo y de investigación español, en el que prevalece un enfoque educativo eminentemente teórico y donde sólo el 18 % de los profesores universitarios con doctorado participan en actividades de transferencia de tecnología (CRUE, 2019). En este sentido, la aparición de Deep Tech Venture Builders en algunas regiones del país, como Tecnalia Ventures (creada en 2013 en el País Vasco), o The Collider (nacida en 2017 en Cataluña), cumple una función clave en la creación de los equipos humanos necesarios para el emprendimiento en deep tech.

España se enfrenta además a otros retos específicos relacionados con las debilidades de su ecosistema de innovación y emprendimiento, como el bajo nivel tecnológico de las iniciativas emprendedoras (según GEM España, en 2020, el 90,2% de las nuevas iniciativas emprendedoras era de bajo nivel tecnológico), y de su estructura productiva, siendo especialmente relevante para el deep tech el proceso de desindustrialización que ha experimentado el país en las últimas décadas y el tamaño reducido del tejido empresarial.

"En 2020, el 90,2% de las iniciativas emprendedoras era de bajo nivel tecnológico"

La rápida evolución de las deep tech plantea un prometedor escenario y una nueva carrera tecnológica en la que España no puede permitirse quedarse atrás, ya que esto tendría consecuencias preocupantes en términos de empleo, competitividad y, definitivamente, soberanía. Atajar las debilidades del ecosistema de innovación y promover la educación y la formación de talento especializado, así como crear equipos con las capacidades para escalar con éxito estas iniciativas disruptivas, será clave para el futuro del país y de la sociedad.

Las oportunidades ofrecidas por los fondos Next-Generation y las numerosas iniciativas de apoyo que están emergiendo en torno al deep tech permiten atisbar un futuro ligeramente esperanzador. Sin embargo, España necesita más músculo y masa crítica para poder correr en esta importante carrera, en la que la colaboración con otros países europeos es clave para poder competir en la frontera del conocimiento y de la innovación.


[1] Esta actividad se ve afectada por numerosas barreras vinculadas con el alto nivel de incertidumbre que la rodea, los largos tiempos de desarrollo necesarios, y otras dificultades relacionadas con la llegada al mercado, con cuestiones éticas y de regulación, con retos a nivel de infraestructuras avanzadas necesarias, y con otros retos vinculados al ecosistema de innovación. Al mismo tiempo, y debido a su elevado componente industrial o de hardware, el desarrollo e industrialización de estas tecnologías requiere de importantes inversiones, especialmente a lo largo de las etapas iniciales de desarrollo y en las etapas de producción y escalado.

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