Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
[jet_engine component="meta_field" field="antetitulo"]

Miguel Romera: “España necesita una apuesta firme y continuada por la ciencia”

El físico desarrolla sistemas de computación inspirados en el cerebro humano válidos para realizar tareas cognitivas, con capacidad de aprendizaje y poco consumo energético
Miguel Romera

Siempre le gustaron los problemas de lógica -resolverlos y razonarlos- y desde niño sintió curiosidad por comprender el funcionamiento del mundo, una combinación de inquietudes que llevó a Miguel Romera a estudiar Física, donde entra en contacto con el método científico, del que le atrajo la mezcla de creatividad y rigor.

La intuición le dijo que se lanzara a la carrera investigadora y no se equivocó. “Durante la elaboración de la tesis doctoral me encontré con experiencias cada vez más enriquecedoras: la publicación del primer artículo, la primera charla en un congreso internacional, los primeros experimentos en una gran instalación científica…”. Una enumeración en la que Romera destaca el impacto de las estancias internacionales.

En plena recesión económica, concluye la tesis y decide irse fuera. Realiza dos estancias postdoctorales en Francia. “Sin estas experiencias es probable que no estuviera ejerciendo actualmente”. Ahora, cinco años después vuelve a España gracias a la segunda edición de ComFuturo, el programa de la Fundación General CSIC que apoya durante tres años a 14 jóvenes investigadores. Una colaboración público-privada (también están involucrados Banco Santader, Naturgy, Acerinox, Fundación Cepsa, Fundación Domingo Martínez o Suez) de la que el investigador destaca la oportunidad que le brinda para liderar un proyecto propio, en su caso en el Instituto de Micro y Nanotecnología del CSIC, en Madrid.

EL CEREBRO, FUENTE DE INSPIRACIÓN REVOLUCIONARIA

Vivimos rodeados de redes neuronales artificiales; desde los asistentes virtuales de nuestros smartphones o los motores de búsqueda de Internet hasta los clasificadores de Big Data. Estas estructuras pueden realizar ciertas tareas cognitivas mejor que los humanos o sacarnos los colores venciéndonos al ajedrez o al Go. “Sin embargo”, apunta Romera, “hasta el momento, las redes neuronales se utilizan como software en nuestros ordenadores convencionales, donde consumen mucha energía y pierden parte de su velocidad. En comparación, el cerebro humano, en el que están inspiradas, consume menos energía que una bombilla y puede realizar tareas increíblemente complejas en fracciones de segundo”.

El investigador trabaja en el desarrollo de sistemas de computación ‘en chip’ inspirados en el cerebro humano (arquitectura de computación en paralelo, donde la memoria y el procesador estén físicamente unidos) capaces de realizar tareas cognitivas como reconocer imágenes o sonidos, con capacidad de aprendizaje y que consuman poca energía (las tecnologías de la información consumen ya el 10% de la energía que se genera en el mundo y la nube sería el quinto país del mundo en el ranking del consumo energético).

“Pretendo aprovechar los avances recientes en nano-tecnología y en particular en el campo de la electrónica de espín (Espintrónica), que ofrece una oportunidad única para imitar el comportamiento de neuronas y sinapsis a escala nano con bajo coste energético”, detalla Romera, que asegura que estos chips tendrían un impacto “inmenso” en un buen número de aplicaciones, “desde sistemas integrados para la gestión automática de Big Data, hasta coches autónomos, pasando por prótesis biomédicas”.

PRIMEROS PASOS

El investigador tiene ahora tres años por delante para trabajar con la calma y los recursos suficientes. “Sin ComFuturo esta investigación no se estaría desarrollando en España. La alta innovación que está en la génesis de los proyectos que deciden apoyar desde la Fundación General CSIC implica necesidades que antes no se contemplaban en los centros en los que se desarrollan”, argumenta Romera, que una vez concluya este periodo de apoyo espera haber desarrollado su proyecto con éxito, dar por consolidada su línea de investigación y poder continuar con su carrera científica en España de manera estable.

Miguel Romera

Pese a todo, admite que en su día a día actual vive una situación “muy particular” en la que implantar una nueva línea de investigación en el centro supone una nueva experiencia en su carrera. “A las dificultades intrínsecas de la investigación y del desarrollo del proyecto tengo que añadir las de la gestión de fondos, la búsqueda de financiación adicional o el liderazgo… También abundan las gratificaciones, como ver que poco a poco se empieza a materializar algo que hace unos meses no era más que una idea”.

CIENCIA EN ESPAÑA

Romera recuerda que desde 2007-2008 la financiación de investigación o los niveles de contratación se vieron reducidos en España hasta lo dramático, “causando daños irreparables a corto plazo”. Según el investigador, este escenario está cambiando lentamente y percibe que en los dos últimos años han surgido programas de becas, contratos y proyectos. Buenas noticias, pero “insuficientes para mantener un sistema científico de alto nivel, sobre todo después del periodo de crisis”.

La vías posibles vías de mejora pasan, a su juicio, por una apuesta por la ciencia firme y continuada que beneficiará a toda la sociedad y al modelo productivo. “Se debe apoyar con una estrategia, visión y objetivos a largo plazo, que se manifieste entre otras cosas en una financiación para la ciencia estable y comparable porcentualmente a la de otros países líderes como Francia o Reino Unido, con una carrera científica clara y estructurada capaz de motivar a los mejores talentos, y dando mayor agilidad burocrática el sistema científico”.

Romera añade que debemos tomar ejemplo de otros países punteros, donde la colaboración público-privada está naturalizada e integrada en el sistema científico, así como en el tejido productivo. “Esperemos que ComFuturo, que involucra de manera pionera a importantes empresas del país, sirva de ejemplo a futuras iniciativas y entidades privadas que sepan darse cuenta de todos los beneficios que este tipo de colaboración les reporta, como el acceso al talento investigador y a fuentes de innovación y conocimiento científico”.