¿Y si las manchas, el acné o las arrugas hablaran un idioma que nadie nos enseñó a entender? Esta es la propuesta de Gisella Gil Buxadé, terapeuta holística y experta en naturopatía, que en su libro Cosmética Emocional (Kõan Libros) lanza un mensaje tan disruptivo como necesario: la piel es un espejo de nuestras emociones. Con más de 25 años dedicados al estudio de la salud integral y una larga experiencia en el ámbito farmacéutico, ha desarrollado un método que integra ciencia, cosmética y energía. Una fusión que da origen a una nueva categoría: la cosmética emocional.
“La cosmética clásica intenta restaurar lo dañado; la emocional prefiere tratar la causa, prevenir y cuidar antes que curar”, cuenta Gisella. No se enfoca en corregir lo visible, sino en transformar desde la raíz. “Se trata de modular la información celular para cambiar la percepción del entorno. Y eso se nota en la piel”.
Para la experta, todo estímulo —una palabra, un masaje, una caricia— es un emisor que impacta sobre el cuerpo energético. Desde esta mirada, la piel deja de ser solo un órgano físico para ser también un canal receptor de emociones y frecuencias que, correctamente sintonizadas, pueden mejorar su estado de forma profunda y duradera.
Cada afección cutánea se analiza como un reflejo de un conflicto interior
Los efectos del estrés en la piel son bien conocidos, pero pocas veces se abordan desde un enfoque emocional. Gil Buxadé lo explica con claridad: “Dejando de lado los tipos de estrés que existen, el estrés, en general, no es más que la interpretación física, emocional, mental -o una mezcla de ellas-, de una amenaza.
Llevado al plano biológico, vivir en una amenaza constante se traduce en un generador de cortisol y adrenalina que sirve como sustrato de nuestra sangre alimentando a nuestras células, también las cutáneas. Una sangre cargada de cortisol destruye las estructuras de colágeno y fomenta el tan temido estrés oxidativo obligando a la célula a cambiar su estructura si quiere seguir sobreviviendo”.
"El autocuidado no se basa en la guerra contra el cuerpo, sino en la reconciliación con él”
Su método va más allá de aplicar productos: propone un camino de autoconocimiento, donde cada afección cutánea se analiza como un reflejo de un conflicto interior. “La celulitis puede tener su raíz en una desvalorización estética. La rosácea en un conflicto de exposición. El acné, en una agresión no digerida”.
Lejos de ser un recetario cosmético, Cosmética Emocional es una guía para aprender a leer los mensajes de la piel. El lector descubre, paso a paso, cómo los conflictos emocionales pueden impactar en la salud cutánea y qué herramientas tiene para restablecer la armonía.
“El libro transforma la manera en que las personas se miran al espejo. No solo mejora su piel, mejora su autoestima. Y ahí empieza la verdadera belleza”, confiesa Gil Buxadé. Y es que en tiempos donde la cosmética parece obsesionada con borrar, combatir y eliminar, este libro propone un giro radical: “En el camino del autocuidado tú decides: o luchas (antiarrugas, antiaging, anticelulitis, antiojeras) o te alineas desde un cuidado holístico, energético, emocional, consciente…El camino del autocuidado no se basa en la guerra contra el cuerpo, sino en la reconciliación con él”.