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Afectos, efectos y desapegos entre periodismo y redes sociales

Jabois, Pérez-Reverte y Lucas
Jabois, Pérez-Reverte y Lucas

Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978, 62,6K seguidores en Twitter), Antonio Lucas (Madrid, 1975, 10,2K seguidores en Twitter) y Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951, más de 1,5 millones de seguidores en Twitter). Periodismo, retuiteos, insultos con careta y nuevas habilidades políticas para corromper a golpe de 140 caracteres. Estilos y metodologías que pelean por imponerse para explicar una actualidad conformada por la mirada y la interpretación de todos, de un maremágnum informativo que pierde potencia porque precisamente no todos saben ni deben contar lo que pasa ahí fuera. ¿Cómo impregnan los nuevos soportes de expresión los mecanismos del periodismo clásico? Dos generaciones, tres amigos periodistas-escritores y una charla que cerró el pasado viernes una nueva edición de iRedes en el burgalés Fórum Evolución.

Como explicaba Jabois (El País, cadena SER), “calibro el impacto de las redes pero hay cierto sometimiento. El periodismo se ha beneficiado de Twitter, pero también nos ha perjudicado no sólo a la hora de fragmentar el mensaje”, sino al conformar una corriente en la que afloran todo tipo de ornamentos ‘extra-textuales’: “negritas, párrafos más cortos, estímulos en el texto…” Un argumento ratificado por Pérez-Reverte, que coincide con el autor de “Manu” en no darle la espalda a Twitter, “pero sin olvidarnos de que no es un periódico”. Una confusión generalizada que le ha llevado a moderar su discurso en la red del pájaro azul. “Algún tuit mío se ha convertido en noticia por sí mismo”. Una problemática en la interpretación que, según Pérez-Reverte tiene su origen en la ausencia de los ‘filtros’ adecuados que determinen qué es creíble en esa máquina de generar ruido que es Internet. “Antes, los periodistas llegaban al periódico por autoridad, pero hoy cualquiera puede hacer circular la información. Hay muchos lectores que no leen información, sino solo Twitter. Se crean debates artificiales sobre cosas que nadie ha dicho”. Poeta, periodista pegado a la Cultura en el diario El Mundo, Antonio Lucas admite su interés por “esa gran corrala”, pese a que haya entrado en las redacciones de una manera compulsiva generando efectos “que a veces nos vienen bien, pero que otras provocan que una noticia se modifique o directamente se elimine tras una reacción determinada en las redes”.

Para bien y para mal, los periodistas de hoy son los conejillos de Indias de la implantación – imposición de Twitter & Co en los medios de comunicación. “La situación me recuerda a aquellos yonkis del Madrid de los 80 que han sobrevivido y que hoy, al echar la vista atrás te dicen: “Joder, cómo se nos fue la olla”, comparaba Antonio Lucas, quien recordó otro de los peligros de la red: otorgarle importancia excesiva como altavoz y dejar fuera a todos esos que aún hoy –y puede que nunca- no son sus usuarios. “Me llama la atención cuando alguien dice “arde Twitter”, pero, ¿quién es Twitter? Mucha gente no tiene cuenta e incluso no sabe ni lo que es y con ellos generamos una distancia porque no están ahí”.

Así las cosas, ¿beneficia en algo su utilización? Como apuntaba Jabois, “la síntesis tiene ventajas para afilar el ingenio; he escrito artículos de 800 palabras con argumentos que podría haber explicado mejor en un tuit”. Ese estilo breve y directo parece casar bien con la poesía, un género que, según Antonio Lucas, funciona bien en la red social. “También Gómez de la Serna fue un precursor. Ahora hay mucho ingenioso pero poca gente profunda, aunque es cierto que la ironía forma parte de una sociedad saneada”.

El lapso para analizar alguna de sus bondades dura poco antes de entrar en los déficits más comunes de la red; los clásicos que provocan el rechazo de potenciales usuarios o que otros huyan despavoridos: el insulto barato y la demagogia gratuita. Según Manuel Jabois, lo primero que hay que hacer es liberarse al ponerse a escribir, “y que te llamen fascista lo antes posible; y lo harán por llevarte la contraria, no desde un punto de vista ideológico. Es imposible vivir pendiente de todos los seguidores, aunque si pudiera los compartimentaría. Siempre queda silenciar, que es más elegante que bloquear”. “Al principio era mucho más duro –explicaba Pérez-Reverte- y ahora me dicen que estoy ‘amariconao’, exigen demagogia. Al principio debatía, argumentaba… Pero al final discutes con alguien que no saben quién es”. A Antonio Lucas le sorprende la secuencia que arranca cuando alguien suelta algo en la red, “cómo ese cardumen se va moviendo y cómo se genera una bronca que no sabes cómo parar, a qué responde ni para qué vale”.

Todo esto en un momento político enrevesado, con un punto surrealista –que en este caso no le hace más atractivo, interesante o divertido- y al que las redes sociales arrojan poca luz y surten de turbiedad añadida. Uno de los tuits de Pérez-Reverte que más revuelo ha causado fue lanzado por el escritor al ojo de la mediática crisis del virus del ébola y rezaba “Propongo poner el perro en observación y sacrificar a la ministra. No hay color”. “Los políticos de antes eran Churchill comparados con los de hoy- apuntaba Pérez-Reverte, que entiende que en política es grave la mala praxis del relevo generacional que machaca recuerdos vitales a gran escala. “Se muere la gente que estuvo en la Guerra Civil. Una generación con conciencia de haberla vivido. Los que la conocen de segunda mano hacen que se pierda capacidad de análisis y de comprensión. Los bobos sin memoria de ahora hacen una lectura de política parcial y de bajo nivel”. Y entrando de lleno en el vínculo de los altos poderes y los medios, considera que el compadreo entre políticos y periodistas hace mucho daño al teórico servicio que ofrecer a la opinión pública. “Esa falsa distancia para observar, ese llamarles por el nombre de pila… Todo esto lleva a lugares muy turbios que permiten cosas que en otros lugares más serios no suceden cuando hablas con un periodista”. Y si como citaba Antonio Lucas, al poder le inquieta “la risa y la indefinición del individuo”, muchos representantes de la política, de lo local a lo nacional; de la concejalía al ministerio se han subido a un tren sin maquinista que obliga a una relación febril con las redes sociales. “Mucha actividad en Twitter no es sinónimo de transparencia, sino que muchas veces genera más confusión y otras la incertidumbre absoluta. Si lo sabemos todo, ¿por qué nada sale bien? Porque lo que sabemos es falso”, añadía Lucas.

“Gracias a Dios ya no me invitan a ninguna comida con políticos”, apuntaba Manuel Jabois, ‘quemado’ con ese peaje que pagan tantos periodistas que son ‘depositarios de secretos’. “Te llaman para contarte cosas que no se pueden publicar. ¡Estás llamando a un periódico! ¡Claro que hay que contarlo! A los políticos, la necesidad de ser noticia les lleva a la contrariedad, a decir cosas diferentes cada 24 horas”- añadía el también colaborador de Jot Down.

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