Walldrip es un proyecto que nace como respuesta a un problema poco atendido hasta ahora: la degradación y obstrucción de los sistemas de riego por goteo debido a la acción de insectos. Esta iniciativa impulsada por Aimplas promete llevar a cabo una estrategia en la que las tuberías de los sistemas puedan proteger de las plagas sin usar pesticidas. La idea: hacerlo con sustancias naturales.
Elena Domínguez es la investigadora líder en Liberación Controlada y Calidad del Suelo en Aimplas, y explica que, aunque este tipo de daños no son nuevos, tradicionalmente se han combatido utilizando productos fitosanitarios, lo que plantea un desafío importante en el contexto actual, donde la normativa europea exige reducir drásticamente el uso de estos compuestos químicos en agricultura.
«Los insectos como el gusano del alambre (de la familia Elateridae) y ciertas especies de hormigas, como Agriotes spp., tienen un impacto directo sobre las tuberías y emisores, ya que pueden dañarlos al perforarlos o introducirse en ellos, provocando obstrucciones o roturas. Estos daños afectan a múltiples cultivos, en especial aquellos que requieren sistemas de irrigación intensivos y precisos, como los hortícolas, frutales o cultivos bajo invernadero», cuenta la investigadora.
De ahí que la necesidad de ofrecer una alternativa eficaz, sostenible y respetuosa con el medioambiente haya impulsado esta iniciativa colaborativa entre empresa e institutos tecnológicos y entidades investigadoras.
Cómo funciona
Según Domínguez, el sistema desarrollado en Walldrip basa su funcionamiento en una estrategia de repelencia no biocida. «Esto significa que, en lugar de matar a los insectos, se busca ahuyentarlos mediante sustancias naturales que no afectan negativamente ni al suelo ni a la fauna beneficiosa», explica. Así, este efecto de repelencia se logra incorporando aditivos naturales y químicos regulados aprobados con propiedades fitosanitarias directamente en el proceso de fabricación de las tuberías y emisores.
Al parecer, estos aditivos —químicos aprobados o extractos vegetales— actúan como una barrera sensorial que disuade a los insectos de acercarse o perforar los componentes del sistema de riego.
«Gracias a esta autodefensa integrada, se logra evitar los daños físicos que suelen acortar la vida útil de las instalaciones —señala la investigadora—. Como resultado, la durabilidad de los sistemas de riego aumenta significativamente, ya que no se ven comprometidos por plagas ni por el uso intensivo de productos químicos que también pueden afectar al material plástico a largo plazo».
Dentro de Walldrip, además, han anunciado el diseño de dos tipos de tuberías para adaptarse a diferentes necesidades agrícolas. El primero es un modelo de bajo espesor tipo «cinta», con un formato que es ligero, flexible y de uso frecuente en cultivos de ciclo corto o campañas agrícolas donde se reemplaza el sistema al final del cultivo.
El segundo, por otro lado, es un modelo de alto espesor, ensado para instalaciones más permanentes o cultivos perennes, y ofrece una mayor resistencia mecánica y longevidad. De todos modos, ambos modelos incorporan los aditivos naturales repelentes, si bien están optimizados «según sus características físicas y tipo de uso para asegurar una protección eficaz y continua en cualquier contexto», puntualiza.
El papel de Aimplas
Los repelentes utilizados en Walldrip son extractos naturales y químicos regulados aprobados con propiedades fitosanitarias. Son compuestos ya autorizados por los registros oficiales de productos para la protección vegetal, lo que garantiza su seguridad y compatibilidad con los estándares de la Gestión Integrada de Plagas (GIP).
«Estos aditivos presentan una toxicidad demostrada baja o nula para la fauna edáfica (organismos del suelo) y no tienen efectos negativos sobre la calidad del agua o del cultivo —explica Domínguez—. Dado su carácter natural y funcional, es muy probable que su aplicación pueda extenderse a otros elementos del entorno agrícola, como protectores para estructuras, tutores, o incluso componentes de maquinaria agrícola que también puedan verse afectados por insectos».
Cabe destacar que el papel de Aimplas, como Instituto Tecnológico del Plástico, ha sido «clave» para hacer realidad este sistema innovador. Concretamente, Aimplas ha trabajado en la investigación, selección y acondicionamiento de los activos para su incorporación al material polimérico usado en la fabricación de las tuberías. Esto ha implicado un gran reto tecnológico: asegurar que el aditivo mantuviera su eficacia una vez integrado en el plástico, sin comprometer las propiedades mecánicas, la procesabilidad ni la durabilidad del producto final.
«Además —recuerda la investigadora—, Aimplas ha liderado el desarrollo de un sistema de liberación controlada para estos aditivos, garantizando que el efecto repelente se mantenga activo durante el ciclo de vida del sistema de riego. Su conocimiento en materiales poliméricos, transformación y validación ha sido fundamental para que el proyecto avance hacia soluciones sostenibles y escalables para el sector agrícola».