Un grupo de investigación del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA) del CSIC ha descubierto que un residuo barato, con poca atención y bastante abundante puede ser una clave para dotar de una fuente sostenible y económica a la producción de enzimas industriales. Se trata, en concreto, del salvado de arroz, un subproducto del segundo cultivo más producido del mundo y que es conocido por ser esa parte dura que se quita antes de quede el arroz blanco destinado al consumo humano.
En resumen, la idea es que estas nuevas enzimas industriales producidas del salvado de arroz podría tener diversas aplicaciones en el sector industrial, como puede ser el alimentario o el farmacéutico. Eso sí, siempre y cuando se cultive, de nuevo, junto a hongos que lo conviertan en esas enzimas.
Sandra Garrigues, investigadora del grupo de Biofactorías Fúngicas del IATA-CSIC que participa en el estudio, explica que, al cultivar estos hongos sobre subproductos agrícolas se obtienen cócteles enzimáticos que tienen múltiples aplicaciones en sectores como el alimentario, el farmacéutico o el energético, convirtiendo lo que antes era un residuo en un recurso de alto valor añadido.
Es algo que suele ocurrir de forma espontánea en la naturaleza, pero hasta ahora no se había optimizado para que la biotecnología aproveche estos residuos para convertirse en enzimas industriales. Pero este equipo del CSIC lo ha conseguido.
Cómo lo han hecho
Según cuentan desde el propio CSIC, el equipo pudo aislar 16 cepas de hongos filamentosos presentes en el salvado de arroz. De este modo, las cepas se evaluaron por su capacidad para producir «cócteles enzimáticos capaces de degradar componentes vegetales como la celulosa y el xilano, dos polisacáridos vegetales esenciales en la estructura de las plantas, y mayoritarios en el salvado de arroz, además de producir proteínas antifúngicas, ampliando así su potencial para aplicaciones en sanidad vegetal o biomedicina».
Cabe destacar que el salvado de arroz tiene un alto perfil nutricional, lo que permite que se funcione también como sustrato para el moho. De hecho, señalan que su crecimiento, en condiciones controladas, permite obtener enzimas con un amplio abanico de aplicaciones industriales.
«Los hongos filamentosos producen y liberan unas proteínas llamadas enzimas como parte de su estrategia natural para alimentarse. Estas enzimas aceleran reacciones químicas y descomponen materiales complejos en compuestos más simples que luego pueden utilizar», explican. Y es que cada enzima está diseñada para una tarea concreta, «como si fuera una llave que sólo encaja en una cerradura específica».
«Gracias a ellas —explican desde el equipo de investigación—, procesos que en la naturaleza tardarían muchísimo tiempo ocurren en segundos. Por este motivo tienen un gran interés industrial, pues permiten que muchos procesos, desde la fabricación de alimentos hasta la producción de detergentes o biocombustibles, sean más eficientes y rápidos y menos contaminantes».
Entre sus principales aplicaciones: producción de biocombustibles, la industria panadera, la clarificación de zumos y mejora de piensos animales o la obtención de productos lácteos para personas intolerantes a la lactosa —pues puede descomponer esta sustancia—.