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El arte y la ecología se dan la mano en una isla de ideas a las afueras de Madrid

José Tomás Palacín

Robledo de Chavela alberga una iniciativa de generación de conocimiento que busca promover las artes visuales y la experimentación

isla robledo de chavela

La reconocida galerista Lucía Mendoza ya llevaba tiempo pensando en dar un giro a su programación hacia un enfoque ecológico. Con esa idea en mente pidió asesoramiento a Blanca de la Torre, curadora de arte e investigadora, que le fue recomendando artistas con los que había tenido contacto en su trayectoria profesional. Pero eso derivó en un proyecto diferente, situado en un entorno natural donde poder investigar propuestas artísticas. Y así, hará un mes, nació el Ideario de Sostenibilidad y Laboratorio de Arte (Isla), en Robledo de Chavela.

“Isla se concibe como un espacio de investigación y desarrollos de proyectos entre la ecología y el arte”, resume De la Torre, su directora artística. Ella siempre ha creído que en el arte se encuentra la capacidad de unir y crear relatos y que ahora el mundo se encuentra ante la necesidad de construir uno nuevo. “Hay que crear un nuevo paradigma, cambiar de cosmovisión. Hay que explorar esa sinergia entre ambas disciplinas y abrir nuevos entornos, siempre desde lo positivo, como caracteriza mi trabajo curatorial”.

De la Torre, que siempre quiere huir de esa imagen catastrófica, de colapso, indica también que le gusta pensar que Isla es una plataforma de pensamiento más allá del espacio físico en Robledo de Chavela, como investigaciones, procesos y proyectos que parecen invisibles. A las afueras de Madrid está la parte experiencial, pero Isla es mucho más.

“El pasado 30 de septiembre inauguramos el espacio, a través de once obras de diferentes artistas, con trabajo en el propio entorno de Robledo de Chavela. Pero esto tiene que ver con un enfoque transdisciplinar”, especifica.

De hecho, de cara al futuro, la idea es ser más “presencial” ya que harán rehabilitaciones, aulas polivalentes o cabañas de investigación para invitar a investigadores de esa línea, con una programación específica. Más allá de eso, el enfoque metodológico es “muy abierto y exploratorio”, subraya De la Torre.

Es más: pretenden establecer colaboraciones entre la botánica, etología, literatura o danza, por ejemplo, y “explorar e incorporar otras epistemologías como las tradiciones vernáculas de la periferia, reivindicar la sabiduría de lo rural y romper con las categorías cartesianas sobre el ámbito del saber, ampliar sus ángulos de visión”.

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Aflorar las piedras (2023), de Juan Zamora. (Imagen: Javier Pérez Plá)

Una isla de ideas sine die

De la Torre también matiza que Isla cuenta con un factor fundamental: huir de los calendarios, de las temporalidades impuestas por determinadas agendas. “Queremos ir a nuestro ritmo, no estar sujetos a fechas. Iremos haciendo cosas, sin duda; a cinco años vista tendremos buena parte del espacio rehabilitado con las cabañas que comentábamos antes. Y me gustaría contar con un marco físico conceptual mucho más desarrollado a todos los niveles. Pero sin estrés”.

En Isla quieren promover la capacidad de las artes visuales para crear, especular y fabular todas las posibilidades y alternativas que tienen en la mesa para afrontar las emergencias climáticas y el arte debe ser un fundamental para crear esas nuevas narrativas. Una idea que sólo podía tener cabida en un espacio ideal.

Fueron dos años de scouting para encontrar el lugar idóneo y, de pronto, en Robledo de Chavela encontraron todos los ingredientes que buscaban: un entorno idílico a nivel de biodiversidad, gran riqueza en sus ecosistemas. Once hectáreas para trabajar a largo plazo.

No querían que fuera una isla cultural, sino que se integrara en la comunidad. “Queríamos que estuviera cerca de Madrid, pero en la periferia; y que, a su vez, formase parte un pueblo”. Otras características que buscaban la encontraron en su ateneo cultural, “muy interesante y nos demostró que Robledo tiene una gran riqueza. Es una simbiosis perfecta. Fue amor a primera vista”, confiesa la curadora.

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Detalle de la obra Línea recta (2023), de Mercedes Lara. (Imagen: Javier Pérez Plá)

Una utopía posible

Para De la Torre, Isla es una plataforma que permitirá demostrar la importancia de dirigir la mirada hacia otros modos, otras formas de producción y de mirar la sostenibilidad. A ella siempre le ha gustado ir más allá de lo discursivo, pero la ecología, desde las artes visuales, se queda en los contenidos, no se desarrolla de manera sistémica. “Por eso Isla nos ofrecerá un espacio diferente de explorar, de crear, de consumir cultura, mucho más acordes a nuestro planeta y trabajar con otros ritmos”.

Por último, insiste en que su trabajo curatorial siempre ha sido positivo. Según la directora artística, “queremos huir del colapso, de la crítica, de la negatividad. Queremos explorar las alternativas por delante, sin esa visión tan oscura del futuro climático”.

Blanca de la Torre concluye insistiendo en la reivindicación de la utopía, muy diferente a la distopía. “La filósofa Alicia Puleo lo desarrolla muy bien: la utopía se refiere a lo que no tiene lugar todavía, no a lo que no puede tener lugar. Me gusta cimentar el camino de Isla desde esa visión colapsista que tiene el imaginario cultural. Creo que es más importante construir y ser capaces de previsualizar nuestro mundo con altas dosis de imaginación política que naveguen desde lo positivo”.