Pablo Recuenco, Álvaro Rodríguez y Álvaro Patón son Morrison. También son amigos desde la adolescencia. Se formaron en periodismo, INEF e ingeniería industrial respectivamente pero sin dejar de darle vueltas a emprender una aventura empresarial conjunta. Esta declaración de intenciones y una pasión desmedida por las zapatillas, llevó a este particular triunvirato a decantarse por, como explica Pablo Recuenco, “diseñar un calzado unisex que reuniera parte de la esencia de cada uno y a la vez pudiera gustar a mucha gente”.
Nacidos en Madrid en 1990, influidos por el mundo skate o el surf y con alusiones a Dragon Ball o Star Wars en el nombre de algunos modelos de su catálogo, el negocio de Morrison arrancó, según Recuenco, gracias a las teóricas facilidades del entorno online. “Se abrió una ventana para los emprendedores que no contábamos con los recursos que exige el negocio tradicional. Lo bueno de la publicidad digital o el comercio electrónico es que ahorras y además puedes optimizar lo que gastas porque todo es medible”.
Era 2016. Mientras compatibilizaban sus trabajos por cuenta ajena con Morrison, los tres socios fundadores decidieron poner en marcha una campaña crowdfunding para conseguir inversión inicial que les permitiera lanzar el proyecto. Diseñaron los siete primeros modelos de zapatillas y los mostraron en la plataforma Kickstarter. En la campaña, que duró 20 días, participaron 330 inversores, y más de 500 pares fueron entregados, reportándoles una inyección de más de 23.000. En 2017 vendieron más de 6.000 pares de zapatillas y facturaron 400 mil euros.
Los tres han dejado sus otras ocupaciones para centrarse en el proyecto Morrison. “El volumen de trabajo era tal, que el cansancio hacía que no rindiéramos en ninguna de las actividades”, apunta Recuenco. Una colaboración con Mahou San Miguel basada en el diseño exclusivo de unas zapatillas que homenajearan a Cervezas Alhambra terminó de abrirles los ojos. “Empezamos a creérnoslo”.
Cada par de zapatillas Morrison es fabricado a mano en una factoría aragonesa. “Este trabajo artesano se puede comprobar fácilmente porque ninguna de nuestras zapatilla es exactamente igual; manipulación, cortes troqueles, acabado final… Creemos en el buen hacer del artesano español y en que esta sea una de nuestras señas de identidad”, comenta el empresario, y añade que “últimamente” están dedicando importantes esfuerzos a que el consumidor entienda la importancia de “fabricar, pagar impuestos o contratar personal sin salir de España”.
Otras iniciativas con una filosofía similar –moda en un entorno digital, que cuida al producto y al cliente- han llegado al mercado en un corto espacio de tiempo por lo que, en el medio plazo, será preciso reescribir las claves de la supervivencia empresarial. El ‘truco’ está, según Pablo Recuenco, en potenciar la imagen de marca y reforzar la identidad. “Desde el principio lo tuvimos claro y por eso pensamos muy bien en que el logo y el nombre de la marca fueran potentes porque no sabemos qué productos vamos a sacar dentro de tres años. Queremos que la gente busque comprar no tanto algo concreto, sino marca Morrison”. En su opinión, una problemática habitual de las citadas marcas emergentes tiene que ver con las complejidades de la diferenciación, lo que limita que perduren en el tiempo.
Con una nueva web que verá la luz esta semana, y productos en mente para ampliar su escaparate (camisetas, calcetines), el gran paso pendiente de Morrison –cuando alcancen un punto óptimo en España- pasa por la internacionalización. “La identidad de marca que tenemos nos lo permite, pero tenemos que cubrir con las personas adecuadas algunas carencias”, explica el cofundador de la firma. En cuanto a lanzarse a la apertura de tienda física, Recuenco prefiere por el momento valorar la opción de vender zapatillas Morrison en determinadas tiendas multimarca para satisfacer a otro tipo de consumidor.