Rubén Costa está empeñado en conseguir sistemas de iluminación saludables y baratos. Y de momento va por buen camino. Se ha fijado en las proteínas fluorescentes que tienen los organismos dotados de bioluminiscencia.
La bioluminiscencia es la capacidad de algunos organismos, tanto del reino vegetal como animal, de producir luz a partir de energía química. Las proteínas capaces de emitir luz se conocen desde los años sesenta. Saltaron a la fama cuando se convirtieron en una herramienta de laboratorio capaz de hacer visible la expresión de los genes. El Nobel de Química 2008 fue otorgado precisamente a los desarrolladores de este nuevo material que supuso una revolución en la ciencia.
Aunque en los laboratorios las proteínas fluorescentes funcionaban muy bien para desentrañar algunos de los misterios de la vida, para otros usos, como el que pretende Rubén Costa, no eran muy adecuadas.
Su baja estabilidad y la necesidad de agua para funcionar eran un inconveniente importante, porque el líquido elemento está reñido con la iluminación. Así que este joven investigador, que se define a sí mismo como una persona que no puede dejar de aprender, se propuso remediarlo.
Y es que, Rubén Costa tampoco puede parar de innovar. Lo dejó claro desde su tesis doctoral, que realizó en tres años en la Universidad de Valencia y mereció sendos premios de la Real Sociedad de Química Española y la International Union of Pure and Applied Chemistry (IUPAC). El mérito: mejorar los dispositivos luminiscentes de capa fina basados en complejos de iridio. Hasta que él intervino, el principal problema de estos dispositivos era su breve estabilidad, de apenas unos minutos. Pero el joven investigador valenciano la mejoró hasta lograr que funcionara durante miles de horas.
Y lo mismo ha hecho con las proteínas luminiscentes. Ha resuelto la dependencia que tienen del agua al desarrollar una goma, formada por la combinación de dos polímeros, que interaccionan con las proteínas luminiscentes y las estabiliza durante años conservando sus propiedades. Salvar el problema del agua, al sustituirlo por esta goma, ha permitido el uso de estas proteínas en sistemas de iluminación.
Y es que la carrera de Rubén Costa siempre ha ido ligada a desafíos tecnológicos, como este, a los que ha dado una respuesta inmediata. No es de extrañar que haya recibido varios premios y este proyecto para conseguir una iluminación saludable a base de proteínas haya sido considerado como uno de los proyectos españoles más innovadores por el MIT.
Este nuevo concepto de iluminación ha sido reconocido como una de las tecnologías revolucionarias de este siglo con varios premios a lo largo de 2016. Y su creador ha sido seleccionado recientemente por la revista del Massachusetts Institute of Technology (MIT) como uno de los 10 jóvenes innovadores más importantes de España. Ahora Cosdta tiene que competir con su proyecto: “Nueva generación de BioLED sostenibles y de bajo coste que sustituirá los sistemas actuales de iluminación” con otros candidatos europeos por el reconocimiento europeo del MIT.
Y tampoco es extraño que haya “fichado” por el IMDEA Materiales, donde dirige el grupo de biodispositivos y materiales optoeléctricos híbridos. Su objetivo, conseguir una iluminación más barata, duradera y saludable, desde bombillas a sensores luminosos de automóviles, pasando por las pantallas de ordenadores o el alumbrado urbano.
Para ello, con sus proteínas luminosas ya ha conseguido una vida útil superior a 150 horas. El siguiente paso es llegar a las 50.000 horas, como muchos leds actuales. Para lograrlo, además de su equipo, cuenta con un “ayudante” muy especial. La bacteria Escherichia Coli, que todos llevamos en nuestro interior.
Esta bacteria, además es una “mano de obra” barata capaz de producir proteínas luminiscentes las 24 horas del día con una reproductibilidad inmejorable y a un coste realmente bajo.
Pese a todo, ahora Rubén Costa trata de conseguir una financiación europea y privada que se mantenga un periodo de tiempo suficiente para entender y mejorar esta novedosa tecnología.