El proyecto RiceCycle busca dar una segunda vida a la paja de arroz, un residuo agrícola muy abundante y difícil de gestionar. Detrás de la iniciativa está Francisco Javier Álvarez, investigador postdoctoral en el Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
La paja de arroz plantea desafíos y genera un importante impacto medioambiental sobre todo en regiones de referencia en estos cultivos, como la Comunidad Valenciana. El investigador explica a Innovaspain que están desarrollando un proceso de biorrefinería sostenible que permita extraer de la paja de arroz compuestos naturales “de gran valor” como polifenoles, con propiedades antioxidantes y antimicrobianas.
“Estos extractos se aplicarán tanto como conservantes naturales en alimentos, reduciendo el uso de aditivos sintéticos, como en envases biodegradables e inteligentes que liberarán dichos compuestos cuando el alimento empieza a deteriorarse”, añade. “RiceCycle convierte el desecho agrícola en soluciones innovadoras sostenibles para alargar la vida útil de los alimentos, reducir residuos plásticos y avanzar en economía circular”.
Resolver un problema
Hasta el momento, miles de toneladas de paja de arroz son almacenadas indefinidamente o eliminadas mediante la quema, con consecuencias negativas para el medio ambiente y la salud humana. “Nuestra transformación del residuo integra aspectos tecnológicos, medioambientales, sociales y económicos. El objetivo es que el proceso sea rentable y aplicable en la realidad”.
Francisco Javier Álvarez insiste en que la verdadera innovación de RiceCycle no se queda en la teoría. “Antes de arrancar hemos realizado un estudio de mercado muy detallado”. Gracias a ese conocimiento seleccionan las tecnologías más idóneas para obtener productos con salida atractiva para la industria, los consumidores y los propios productores de arroz”.
Este es un punto importante de RiceCycled: “Opino que los agricultores son actores tan fundamentales como a menudo olvidados en los proyectos de investigación. En nuestro caso, los agricultores serán compensados económicamente de forma justa por la paja de arroz suministrada”.
Beneficios concretos y primeros pasos
Si el proceso de transferencia se completa de manera satisfactoria, los beneficios para todos llegarán en varios niveles. “Los consumidores tendrán alimentos con menos aditivos sintéticos, y en envases más sostenibles. Esto se traduce en más seguridad y confianza. A nivel social y ambiental, reducimos la quema de la paja y con ello la contaminación atmosférica, al mismo tiempo que disminuimos el uso de plásticos convencionales. En paralelo, si generamos nuevas oportuniudades económicas para los agricultores, fortalecemos el tejido rural e impulsamos la economía circular”.
En esta primera etapa, en RiceCycle tratarán de optimizar el proceso de extracción de la polifenoles de la paja de arroz con técnicas limpias y seguras. “Bucamos validar su eficacia como conservantes naturales en alimentos”, apunta Álvarez. “Al tiempo, queremos producir los primeros prototipos de envases inteligentes para probarlos en condiciones simuladas de conservación. Otro objetivo inmediato es el de cerrar acuerdos con agricultores y empresas para que la cadena de calor sea viable desde el inicio”.
Daniel Carasso Fellowship
Francisco Javier Álvarez es, junto a Alba Aguión y Lucía Díez, uno de los galardonados en la tercera edición de la Daniel Carasso Fellowship. Estas ayudas a contratos postdoctorales de Fundación Daniel y Nina Carasso ascienden a 160.000 euros cada una, y cubren la contratación de los fellows y sus actividades de investigación durante 2 años.
Para el investigador, se trata de un apoyo fundamental que va más allá de lo financiero. “En la fundación apuestan por un modelo de investigación comprometido con el impacto social y medioambiental. Es una mirada clave para proyectos como RiceCycle, que buscan resultados tangibles más allá del laboratorio. Podremos avanzar más rápido en la validación de nuestra tecnología y en la conexión con actores del sector agroalimentario”.
Vocación e investigar en España
Esta es la primera ayuda de gran cuantía que Francisco Javier Álvarez recibe como investigador principal. El joven se remonta al principio, a su “curiosidad constante por entender cómo funcionan las cosas” y cómo transformar problemas en soluciones útiles. Admite que con el tiempo, esa inquietud se orientó hacia la sostenibilidad y la alimentación. “Son áreas que afectan directamente a la vida de las personas. He tenido la oportunidad de trabajar en proyectos de valorización de residuos agrícolas. Fue entonces cuando confirmé que la ciencia podía ser una herramienta poderosa para modificar realidades muy concretas”.
En un plano más amplio, el investigador opina que España cuenta con un gran talento científico pero, “a menudo”, se ha de enfrentar “a la falta de recursos estables y a la burocracia; que ralentiza el avance y ahuyenta al talento”.
Respecto a la financiación, considera que “suele ser intermitente”, una característica que “imposibilita la estabilidad laboral de los científicos e impide la planificación de proyectos más ambiciosos, e incluso revolucionarios, a largo plazo”.
Álvarez añade que sería necesario un mayor reconocimiento social y político de la ciencia, “traducido en decisiones de la administración más valientes y en un mayor apoyo a la transferencia de conocimiento hacia la sociedad y las empresas”. “Urge consolidar un sistema que no solo premie la excelencia científica de cuando en cuando, sino con capacidad para desarrollar soluciones prácticas y sostenibles”.


