Para cuando reencontró su propósito en la vida ya había sido una de las referentes del empoderamiento femenino en su sector. Salió de su casa a hacer una ingeniería cuando casi ninguna mujer lo hacía; Telecomunicaciones, nada más y nada menos. Voluntariados, cocreadora del Women In Technology Council de Miami, mentora de talento joven femenino. Ahora, es la Senior Executive de SDG Group tras 16 años en Telefónica. Su nombre: María Victoria López.
Es de origen murciano —en la entrevista, a veces se le escapa el diminutivo «-ico»—, y quizá por ello tenga una fortaleza especial. Sus padres también tuvieron algo que ver en su carácter. Cuenta que su padre, químico, le explicaba por qué veía las estrellas aunque algunas ya hubieran desaparecido. También que los anuncios en blanco y negro que veía por la tele no representaban la realidad. «Me decía que se trataba a la mujer como un objeto, que estuviera atenta», recuerda.
Era, en definitiva, una niña curiosa, con gran entusiasmo por la vida. Le gustaba, sobre todo, la literatura y la música. Pero tenía que ser práctica: su familia era de origen humilde y, revisando todas las ingenierías que podía elegir, se decidió por la que más salidas tenía. Eso no quita que, para ella, fuera como volver a ver magia: siempre se preguntó cómo podían salir esos señores pequeños por la tele. Ahora lo sabe, pero la ilusión no ha desaparecido.
Como sus padres no podían pagarle toda su estancia en Valencia —estudió en la UPV—, estuvo becada. Tres becas, concretamente: una de Muface, la nacional del Ministerio y otra de la propia universidad, gracias a su papel como deportista. Voleibol, clases de flamenco, conciertos. «¿Yo? Enamorada de la vida, quería disfrutar también. La verdad es que hice equilibrios entre becas, mi equipo de vóley y mi vida».
López no tuvo ninguna sensación de una cultura desigual hacia la mujer… hasta que pisó la universidad. Las advertencias de su padre, hasta ese momento, no le habían afectado. Es más: su primera opción era ser piloto de combate, y sólo un año después fue cuando aceptaron mujeres entre sus filas. Ella ni se había enterado. Esto es: no era consciente de las limitaciones.
En su clase había 100 personas. Sólo tres eran mujeres. Empezó a sospechar. Ciertos comentarios de profesores —«¿cómo le puede gustar a una mujer la electrónica?»— le hicieron también abrir los ojos. Pero no había tiempo para otra cosa que no fuera su objetivo: seguir hacia adelante. Hasta que se le rompió el amor, cuando a todos: entró en el mercado laboral.
Las seis etapas
María Victoria López divide su trayectoria profesional en seis etapas. La primera es la del descubrimiento, cuando se dio cuenta de que en el trato hacia las personas, en la venta, hay una vocación de servicio, en el aconsejar, en apoyar, en acompañar. «Además, en mis primeros trabajos no dejo de estar en contacto con la innovación y la tecnología, lo que más me gusta. Vendía desde ciberseguridad hasta fibra óptica, y me gustaba, porque se honraba el poder ayudar al cliente», asegura.
Hasta que llegó la segunda etapa, la de la realidad: Telefónica, el gigante de las telecomunicaciones. Y con grandes responsabilidades: 30 personas a su cargo, muchas le doblaban la edad. Lo que aprendió de sí misma era que la gestión de los trabajadores es, en sus propias palabras, «brutal». No lo hizo mal, ya que en los dos primeros años subieron veintiún puntos en los índices de clima laboral.
Detectó que muchos ingenieros se quedaban a trabajar por las noches. Inconcebible para ella: «La suerte era que yo tenía dos equipos: los vendedores y los ingenieros preventa. Los comerciales no estaban acostumbrados a salir el mercado a comerse el mundo. Y como tenían que vender en mercado externo, no tenían muy claro ese cometido».
Cuenta que un día escuchó en el pasillo a un comercial decirle a un ingeniero de la compañía que a ver si podía tener una oferta hecha en diez días. «Lo explico: eso es un desastre. Sin planos, sin información de qué había que presupuestar, sin preparación, no hay nada. No se ganaban ofertas, mis ingenieros sufrían mucho». De ahí que ideara una aplicación (basada en Access) en la que se adjuntaba todo tipo de información para estar preparados. Cualquier oferta, cualquier concurso, estaría optimizado en mucho menos tiempo. Los resultados hablaron por sí solos: el crecimiento en el mercado externo fue de un 58% en tres años.
Los ascensos no tardaron en llegar, y así llegó a la etapa de la internacionalización. Se fue a una división legal para definir productos para todos los países. Entró en la parte de venta de ciberseguridad en clientes y global. Y trató con personas de «otras Telefónicas», con gente de otros países, otros continentes.
La cuarta etapa también es internacional; concretamente norteamericana. Su buen hacer hizo que le surgiera la oportunidad de irse a Miami. En su primer año ya vendió tres veces lo que venía vendiendo la compañía, así que se creó directamente una nueva unidad de negocio. López y su equipo hacían el producto, lo lanzaban de manera global, con ingeniería de preventa y desarrollo de negocio en la propia EE. UU. y Latinoamérica. Una etapa, cabe decir de muchos premios. Y de descubrimientos.
El regreso a España
En Miami decidió que quería ser una mejor líder. Hizo cursos de coaching para ser mejor con su equipo y así fue como descubrió su nuevo propósito en la vida, además de rememorar cuáles eran sus valores y cómo podía alinear su vida con esos valores.
«Por ejemplo, el valor de la familia no lo estaba honrando para nada. No tenía pareja ni hijos, y en EE. UU. eso no era fácil. Así que volví. Estoy viendo envejecer a mis padres, conocí al padre de mi hija». Allí tampoco estaba honrando su libertad —«ahora tampoco, con el tema de la maternidad», bromea—, pero identificar esos valores fue para ella una guía para definir sus propias decisiones. «Si eliges y te lo saltas, te vas a sentir mal. Por eso es bueno conocerte, para poder moverte mejor en la vida», razona.
Porque todavía quedan dos etapas. La quinta fue la época startup. Aunque estuviera bien en Estados Unidos, con su green card y todo, quería volver, pero no a lo loco. No a lo «paracaidista», como dice ella. Y se fue de Telefónica, después de tantos años, aunque su historia común no hubiera acabado. Terminó en Synergic Partners, legendaria startup de Carme Artigas, que luego se uniría a la telco española.
La sexta etapa sería la del offnet: «Cuando hicimos la unión con Telefónica, yo seguía a cargo de los territorios de la ‘fuera de la huella’ de la compañía. Diferenciamos las zonas donde éramos operadores y donde no, así que empezamos a vender big data e inteligencia artificial desde Emiratos Árabes a Islandia. O países en guerra, como Mauritania, Sudán, Senegal…», rememora. Un trabajo complicado, donde se seguía planteando su vida de otra manera.
Y llegó a SDG Group, una empresa que ya tiene 31 años, consultora de nicho, que no ha hecho otra cosa que no sean datos, analytics e inteligencia artificial. Tiene 1.600 trabajadores en España, sólo datos e IA y todo el ciclo de vida del dato. «Yo hago desarrollo de negocio: llevo telco, energía, utilities y construcción. He bajado el pistón por el tema de la crianza, pero tampoco ha importado: hay un ambiente joven, comprometido y profesionales excepcionales con calidad técnica y humana. Por eso tenemos éxito».
Del empoderamiento
María Victoria López lo ha sido todo en su sector. Y además, desde una perspectiva generosa, pues no se ha remitido a ser líder donde otras no podían, sino que ha asesorado, ha formado y ha enseñado que se puede hacer todo lo que una mujer se proponga. Su compromiso con el empoderamiento femenino es cristalino.
En la EOI realizó una formación para el desarrollo a la dirección a mujeres de alto potencial y ha trabajado, como se ha mencionado al principio de la entrevista, en la cocreación del Women In Technology Council de Miami.
Además, ha realizado voluntariado en la Fundación Vicente Ferrer, con especial énfasis en las mujeres —más de 25.000—, los niños y las personas con discapacidad del sur de la India para desarrollar programas que frenen la desertificación y mejoren la producción agrícola, la atención médica y la educación. También ha sido voluntaria en Inspiring Girls, para aumentar la ambición profesional de las niñas en edad escolar, y ha sido mentora de talento joven femenino en Telefónica. Casi nada.
Esto nace de su espíritu de servicio. «Todo lo que pueda hacer es poco para que las mujeres vean que se puede vivir de la mejor manera posible. Y que sean capaces de hacerlo, no tienen que ser diferentes a un hombre. Es uno de los propósitos de vida», afirma.
López reflexiona: según un estudio de SCIENCE, a los seis años, todas las niñas piensan tener una profesión igual que los niños. Sin embargo, a los siete años ya hay un sesgo y una influencia respecto a lo que deberían ser y se apartan de determinadas profesionales. Hay que exponer modelos de mujeres en carreras STEAM para que esto no suceda. «Es curioso cómo las personas que trabajan en este tipo de carreras ganan un 26% más de salario que el resto, según un estudio de Amazon y Code.org. Si las niñas no lo eligen, pierden esa parte de progreso».
Por otro lado, es una firme creyente de las cuotas. Hasta ahora, no se ha conseguido una sociedad igualitaria. «En IA, por ejemplo, la cuota de mujeres es de un 27,5%. Nosotros, en SDG Group estamos muy cerca [26%], pero nos falta mucho para acercarnos o superar el 50%. Somos humanos y siempre vamos a confiar y nos vamos a rodear de gente con la que mejor nos llevamos y conectamos. Las mujeres solemos tener eso muy presente».
Y pone un ejemplo: «Si tiendo, porque es muy humano, a tener gente de mi gusto, con la que esté muy conectada tendré más mujeres en mi equipo directivo. Y lo mismo hacen los hombres. Si existe una cuota, puedo hacer que la incorporación de mujeres a niveles directivos se acelere».
«Creo que tenemos que seguir trabajando por enseñar referentes a las niñas y también a los niños. Si ellos no ven que efectivamente hay directoras generales, pilotos de combate o lo ven como hechos aislados no van a normalizar que las mujeres pueden estar en cualquier puesto», señala.
El propósito
López explica que si las niñas ven la aplicación final de una tecnología o de la ciencia, si ven que ayudan a la gente, es cuando más se vuelcan hacia esa profesión. No van tanto a la pura tecnología o el cálculo, de manera mayoritaria. Por ello, cree que a lo mejor se debe trabajar en esos términos, mostrar dónde está el impacto de estas carreras.
Un impacto que, por ejemplo, puede tener la inteligencia artificial, tan en boga. «En 2017 ya se estaban tomando decisiones de inteligencia artificial en las compañías y las mujeres no estaban ahí para decidir». Cuando se diseñaba, por ejemplo, los algoritmos que decidirían quién se salvaba en caso de accidente de un coche autónomo, sólo un grupo —ya minoritario— estaba presente. Y en él no había muchas mujeres, siendo estas la mitad de la población mundial. «La IA va a ser un cambio tan radical para el mundo que más vale que la mujer esté en el partido».
IA, empoderamiento, formación y mucho, mucho trabajo. María Victoria López, Vicky, sigue reinventándose. Pero nunca tuvo tan claro lo que quería hacer como cuando estaba en Miami. Según ella, hay mucha literatura en torno a eso del propósito de la vida. A la vez, considera que es algo esencial.
—¿Y al final descubriste cuál era tu propósito?
—¿El mío? Disfrutar de la vida y ayudar a otros a que también lo hagan.