Doctora en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, Lucía Díez Sanjuán ha orientado sus líneas de investigación hacia cuestiones relacionadas con la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y las redes alimentarias alternativas desde un enfoque inter- y transdisciplinar. Sus trabajos han considerado aspectos como la soberanía alimentaria y la agroecología, además de analizar el matabolismo social y la economía ecológica.
La investigadora es, junto a Alba Aguión, y Francisco Javier Álvarez, una de las galardonadas en la 3ª edición de la Daniel Carasso Fellowship, las ayudas de la Fundación Daniel y Nina Carasso a contratos postdoctorales para apoyar proyectos de investigación con un enfoque sistémico y con capacidad para transformar el sistema alimentario “hacia modelos más justos, saludables y sostenibles”.
Excelencia e idealismo
Las tres ayudas están dotadas con 160.000 euros cada una, que cubren la contratación de los fellows y sus actividades de investigación durante 2 años. Como explica Díez Sanjuán a Innovaspain, que su vocación tiene que ver con comprender mejor la realidad y contribuir a construir un mundo mejor. “Soy curiosa, observadora y me gusta aprender cosas nuevas, pero también tengo espíritu crítico”, añade sobre una condición que le ha llevado “a aprender sin miedo a poner en cuestión o replantearme mis propias certezas”.
Consciente de los problemas y las injusticias, admite empatizar con quienes las sufren. “Soy bastante idealista. Pienso que podemos vivir en un mundo mejor para todos. He encontrado en la ciencia y el conocimiento el camino para intentarlo”. Considera que en su trayectoria ha sido fundamental “el ejemplo y la inspiración que he encontrado en muchos profesores y profesoras, y compañeros y compañeras a lo largo de mi carrera académica. Incluso antes, en el instituto, coincidí con personas que supieron transmitir una gran pasión y compromiso por el conocimiento y por el saber desde la honradez, el respeto y el cuidado”.
Relevancia investigadora
De manera resumida, con su investigación trata de entender cómo los cambios hacia formas de manejo y prácticas agrarias más sostenibles afectan no sólo a la estructura física y el funcionamiento de los agroescosistemas, sino que también modifican y transforman perspectivas, motivaciones, valores y relaciones sociales en aquellas personas que se dedican a la agricultura.
La investigadora ilustra la base teórica de su trabajo con un par de ejemplos. “Pensemos en una agricultora que decide empezar a hacer rotación de cultivos, o a implementar formas ecológicas de fertilización o protección contra plagas para reducir el uso de fertilizantes y pesticidas industriales. También en una ganadera que elige pasarse a formas de manejo extensivo del ganado”.
Las consecuencias de estos virajes van más allá de cambios en la producción, las infraestructuras o el tiempo de trabajo necesario. “Surge una manera nueva de entender el funcionamiento del suelo, de relacionarse con los animales; nuevos canales en los que vender productos o intercambiar conocimientos”.
Ampliar perspectivas
Díez Sanjuán busca una mejor comprensión sobre cómo estas dimensiones -biofísica y biocultural- están interrelacionadas en las transiciones agroecológicas, “favoreciendo, o no, el avance hacia una agricultura más sostenible”.
Su trabajo une, “desde una perspectiva innovadora”, dos campos de investigación que “han ganado importancia” en los últimos años: el metabolismo social y los estudios bioculturales. “En el enfoque de la agroecología siempre se ha entendido que los agroecosistemas son complejos y multidimensionales. Sin embargo, aún faltan análisis holísticos y dinámicos que estudien las dimensiones físicas, sociales y culturales en conjunto; cómo interaccionan entre ellas, y cómo cambian con el paso del tiempo. Ese es el camino que mi investigación quiere ayudar a abrir”.
Uno de los objetivos de este planteamiento multidimensional es entender cuáles son los "determinantes, limitaciones, impulsos y cambios" que hacen que las transiciones agroecológicas avancen o que se ralenticen y frenen. “Quiero comprender los cambios partiendo de las perspectiva de los agricultores y agricultoras. Entender su realidad y sus experiencias ayudará a encontrar vías para facilitar la aceptación y la implementación de prácticas agrarias más sostenibles. Espero contribuir al desarrollo de sistemas agrarios más beneficiosos y justos para estas personas y también para el resto de la ciudadanía”.
"La ciencia no se hace en solitario"
Para que el proyecto arranque, es fundamental comenzar a tejer redes de contactos. “La ciencia no se hace en solitario. Empezaré por construir una red de agricultores y agricultoras que quieran colaborar en la investigación. También conectaré con personal investigador relacionado con las transformaciones agroecológicas para intercambiar conocimientos y experiencias”. Más allá del ámbito académico, Lucía Díez Sanjuán, quiere aproximarse a organizaciones e iniciativas sociales que trabajen en estos ámbitos. “De este modo, el proyecto no quedará aislado de los intereses y las perspectivas sociales más amplias”.
Gracias al apoyo de la Daniel Carasso Fellowship, admite que podrá aplicar todos sus conocimientos y competencias “con toda la libertad y la responsabilidad que supone ser investigadora principal”. Añade que, “a nivel más práctico”, esta ayuda le ha permitido regresar a España después de unos años de investigación y docencia en la Universidad de Recursos Naturales y Ciencias de la Vida de Viena (BOKU).
Díez Sanjuán se ha incorporado al Grupo de Estudios Sobre Reciprocidad en el Departamento de Antropología de la Universidad de Barcelona, “de gran calidad académica y humana”. Apunta que la Fundación Daniel y Nina Carasso les está “cuidando mucho; acogiéndonos y apoyándonos para poder sacar el máximo provecho de esta oportunidad”.
Ciencia en España
En base a su experiencia, le pedimos que opine sobre el momento actual de la ciencia en España. “Uno de los grandes problemas es la escasez de financiación, que hace que el mundo de la investigación esté muy precarizado. Esto es de especial gravedad en los primeros años, cuando nos vemos obligadas a vivir con salarios muy bajos en el mejor de los casos, si conseguimos un contrato. Normalmente manda la temporalidad. No existen garantías de estabilidad a medio-largo plazo. Así las cosas, muchas personas que podrían llegar a ser grandes investigadores, no pueden asumir la precariedad y la inestabilidad. La pretendida excelencia en investigación se diluye y termina pesando más la suerte y el privilegio”.
Por otro lado, indica que, a la hora de buscar o acceder a proyectos, ayudas o plazas, la información está muy descentralizada y es difícil de encontrar. “Los procesos son en muchos casos bastante farragosos. Nos quitan horas de trabajo para entender las condiciones, reunir la documentación y elaborar las propuestas. El proceso se convierte en un obstáculo y ralentiza la investigación”.
Lucía Díez Sanjuán reconoce que estos problemas no son exclusivos del trabajo investigador ni ocurren solo en España. “Sí creo que podríamos avanzar mucho si se dedicasen más recursos a la ciencia y se agilizará el acceso a los mismos. Es clave para los que estamos dando los primeros pasos de nuestra carrera. También resultaría positiva una mayor presencia de propuestas de investigación y perfiles más variados, interdisciplinares e innovadores. Debemos dar más importancia a la difusión y la conexión con la ciudadanía para que toda la sociedad pueda participar y beneficiarse del conocimiento generado”.