Colaboración

¿Cuál es el ingrediente secreto de la innovación?

Por Oscar Paz, coautor de "El libro de la innovación" y especialista en Innovación Abierta e Insurtech

Imagina que estás en uno de esos concursos de TV en los que si aciertas la última pregunta te llevas el bote de X millones de euros, y la pregunta es: “¿Cuál es el ingrediente secreto de la innovación?” y claro, por tu cabeza, en los 15 segundos de tiempo que tienes, pasan todo tipo de interrogantes “¿Innovación incremental o disruptiva?”, “¿Innovación cerrada o abierta?”, “¿Innovación corporativa o startups?”, “¿Innovación en proceso o en producto?” … incluso es posible que también pienses “¿No habré entendido mal la pregunta y me están preguntando por el ingrediente secreto de la Coca-Cola?” … y es entonces cuando escuchas decir al presentador “Te quedan 3 segundos para responder” … ¿Cuál sería la respuesta a la que te lo jugarías todo?

Tengo claro cuál sería mi respuesta. Puede que no me llevara los X millones de euros (no pasaría nada porque soy de Bilbao), pero al menos sería una muy buena oportunidad para dar visibilidad, en “prime time” además, al ingrediente que considero más importante en cualquier fórmula de innovación. ¿Imaginas cuál sería mi respuesta?

Antes de desvelarla, y para dar un poco más de emoción a este artículo, déjame que  comparta contigo la suerte que tengo de ser uno de los coautores de “El libro de la innovación”, fruto de un excelente clima de colaboración entre más de 30 responsables y expertos en innovación de diferentes sectores, que sin conocernos previamente, nos ha unido el espíritu de ayudar a innovar a otros colegas mientras seguimos aprendiendo, creciendo y disfrutando con el proceso.

Bueno y ahora sí, ya estoy listo para desvelarte cuál sería mi respuesta, pero como esto va de concursos, antes te voy a dar una última pista: Mí respuesta aparece en la parte central del párrafo anterior. ¿Sabes cuál es? … Te dejo unos segundos para que le eches un vistazo… ¿Lo tienes? …. La respuesta es… (redoble de tambores) … ¡El excelente clima de colaboración!

Podría haber respondido “colaboración” a secas, pero de nada sirve si esa colaboración no acaba generando un verdadero clima que envuelva todo el proceso de innovación. Cuando pienso en la colaboración lo hago a modo de “invernadero” que ayuda a crear un micro-clima que protege el proceso de innovación de las habituales inclemencias a las que se ve sometido, porque podemos tener la mejor idea-semilla, la mejor tecnología, los mejores recursos, pero tú y yo sabemos que lo que realmente pone en jaque los procesos de innovación tiene que ver con las reacciones naturales que los seres humanos tenemos ante la incertidumbre, lo diferente, lo que suponga un novedad (por buena que esta parezca) y a los que podríamos añadir incluso los 7 pecados capitales.

Ser capaces de crear este clima a través de la colaboración depende en gran medida de cada uno de nosotros, de aquellos que creemos firmemente en la innovación como herramienta para mejorar la sociedad en general y las empresas en particular. A modo de "jardineros de la innovación" debemos ayudar a fumigar la incertidumbre acompañando a quienes dudan o fallan, a regar con la confianza que genera ofrecerse a compartir sin esperar nada a cambio y a abonar a través del enriquecimiento mutuo que produce ver en la diversidad de pensamiento una auténtica oportunidad de crecimiento y no una inquietante amenaza.

Lo mejor es que cuando los frutos se han gestado en un clima propicio son más saludables, tienen sabor auténtico y más vitaminas, y es que de nada sirve un fruto brillante y perfecto por fuera, si no aguanta el primer mordisco, probablemente no lo volvamos a comprar. Con la innovación sucede lo mismo, buscamos que fructifique y acabe siendo aceptada más allá del entusiasmo inicial y explosivo propio de cualquier lanzamiento novedoso.

“Colaboración” no es sólo una palabra que mola escribir sobre un post-it de esos que se pegan en los workshops de Design Thinking, la colaboración debe ser un compromiso real que cada uno de nosotros mantengamos durante todo el proceso de innovación y que permita hacerlo resiliente, e incluso anti-frágil, ante cualquier inclemencia el tiempo necesario para que la idea-semilla vaya creciendo y finalmente podamos disfrutar durante mucho tiempo del nutritivo fruto que entre todos hemos ayudado a cosechar.

Y es que como veíamos al principio del artículo, la innovación puede dar lugar a diferentes interpretaciones, pero sin embargo todas buscan lo mismo, dar su fruto, porque como dice el refranero popular “Árbol que fruto no da, sólo es bueno para el llorar”. Y ahora sí, es el momento de pensar en una Coca-Cola, o mejor dos ¡Invito yo! Porque lejos de llorar… ¡Tenemos que celebrar lo mucho que todavía nos queda por innovar!

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