La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad impredecible. Tradicionalmente la hemos entendido como una sucesión de brotes y remisiones, pero esa mirada ya no basta. Sabemos que, incluso sin brotes visibles, el daño neurológico puede seguir avanzando, silencioso y persistente. Y ese avance oculto, que puede pasar desapercibido durante años, es lo que más preocupa hoy a pacientes y neurólogos.
En Sanofi, trabajamos para dar visibilidad a esta forma de progresión insidiosa, que deteriora el sistema nervioso central sin dar señales claras. Es un daño que no se ve, pero que sí deja huella. Por eso, creemos que el gran reto ya no es solo tratar lo evidente, sino anticiparnos a lo invisible.Y para anticiparse, hay que mirar de otra manera. Aquí es donde la biotecnología se convierte en aliada clave: nos permite desarrollar herramientas que detectan señales de deterioro mucho antes de que se manifiesten clínicamente. Una de ellas son los biomarcadores como los neurofilamentos de cadena ligera (NfL), que pueden medirse en sangre y nos alertan de que el sistema nervioso está sufriendo. También usamos técnicas de neuroimagen avanzada que revelan cambios en el cerebro cuando aún no hay síntomas.
A esto sumamos el poder de la inteligencia artificial, que nos ayuda a analizar grandes volúmenes de datos, encontrar patrones y predecir riesgos. Es una revolución silenciosa pero profunda: no buscamos solo tratar lo que ya está, sino intervenir antes de que el daño ocurra.
Combinamos ciencia, tecnología y compromiso humano para lograr que la progresión de la EM no pase desapercibida. Desarrollamos modelos más sensibles y precisos que permiten adaptar el tratamiento a la realidad de cada persona. Porque cada paciente vive la enfermedad de forma única, y cada decisión terapéutica debería reflejar esa individualidad.
Pero esta transformación científica no puede darse sin un cambio de mentalidad. Necesitamos dejar atrás la espera pasiva y apostar por la anticipación. Necesitamos escuchar no solo lo que dicen los síntomas, sino también lo que todavía calla el cuerpo. Y, sobre todo, necesitamos acercar este conocimiento a las personas, para que pacientes y profesionales puedan decidir con más información y más confianza.
Por eso impulsamos iniciativas como JaquEMate, una campaña de concienciación que utiliza el ajedrez como metáfora para explicar que, en la esclerosis múltiple como en una partida compleja, cada movimiento cuenta. Pensar a largo plazo, anticiparse, puede marcar la diferencia entre una vida limitada y una vida en plenitud.
La ciencia avanza, pero no lo hace sola. Nuestra estrategia se basa en la colaboración constante con neurólogos, centros hospitalarios, investigadores, universidades y startups biotecnológicas. Creemos en una innovación abierta y conectada, que escuche, que aprenda, que ponga al paciente en el centro. Las mejores soluciones no nacen en un laboratorio aislado, sino en el cruce de conocimientos y experiencias.
Estamos viviendo un momento decisivo. Nuevos criterios diagnósticos, como los McDonald 2024, permiten detectar antes la enfermedad. Los biomarcadores y la inteligencia artificial ya están cambiando la forma en que entendemos la progresión. Y los profesionales sanitarios, cada vez más, se apoyan en estas herramientas para actuar con antelación.
En este Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, queremos lanzar un mensaje claro: si queremos frenar la discapacidad, no podemos esperar a que los síntomas sean visibles. Debemos actuar antes. Debemos anticiparnos.
Imaginamos un futuro en el que la EM se aborde desde una visión integral, combinando la voz de los pacientes, el conocimiento clínico y el poder de la biotecnología. Un futuro en el que cada decisión médica esté guiada por ciencia, por datos y por humanidad.
Porque la mejor forma de tratar la esclerosis múltiple no es reaccionar, sino adelantarse. Y con cada avance, con cada esfuerzo compartido, estamos un paso más cerca de lograrlo.