La flor de la planta de Cannabis sativa, conocida legalmente como cannabis, está incluida en la lista de la I de la Convención Única de Naciones Unidas de 1961 sobre estupefacientes. En España, su producción, fabricación, exportación e importación, distribución, comercio, uso y posesión debe limitarse a fines médicos y científicos.
La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) acaba de otorgar al Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA) un permiso para cultivar plantas de cannabis con el objeto de realizar investigaciones científicas. Desde 2019, el IRTA y el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG) desarrollan herramientas para mejorar la genética de plantas de cannabis. Lo hacen en el marco de un proyecto de colaboración junto a la empresa estadounidense Front Range Biosciencies (FRB).
La posibilidad de abrir esta nueva línea de investigación no es casual. En los últimos tiempos, el cultivo de la planta de cannabis ha emergido en los mercados agrícolas e industriales europeos. Tras levantarse las restricciones en los años 90, hoy, la mayor parte de los países de la UE tienen activos mercados de cáñamo, del que obtienen fibras o semillas. Francia está a la cabeza, con la producción del 50 % del cáñamo continental.
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Jason Argyris, investigador del IRTA en el CRAG, lidera el proyecto junto a la empresa FRB. La iniciativa contempla usar la tecnología de los marcadores moleculares para la mejora de las variedades. Ejecutado en un invernadero de alta seguridad del IRTA y en los laboratorios del CRAG, el trabajo contempla ensayos de campo, cruces selectivos e investigación genómica aplicada a líneas de germoplasma.
Objetivos
Más a largo plazo, la investigación pretende obtener nuevas variedades que expresen diversos perfiles de cannaboides demandados por la industria farmacéutica, y que desde el punto de vista agronómico sean resistentes a plagas y enfermedades. Bioplásticos, materiales de construcción, alimentos y bebidas con un alto contenido de proteína, suplementos alimenticios, materiales textiles, productos de papelería o biocombustibles son algunos de los posibles beneficiados por estos avances.
Como explica el director de Relaciones internacionales del IRTA, Eliecer López, las restricciones no han permitido avanzar en la investigación del cannabis al mismo ritmo que otros tipos de plantas de interés económico. “Hay mucho recorrido para desarrollar las innovaciones que necesita la industria, y es la propia industria quien nos las pide”.
En los últimos tres años se han registrado más de 200 variedades en la Oficina Europea de Variedades Vegetales, un hecho que, según afirma Amparo Monfort, jefa del programa de Genómica y biotecnología del IRTA en el CRAG, “evidencia el interés por el cultivo del cannabis a medida que se avanza en los aspectos legales y de regulación en todo el mundo”.