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Cocinar con polímeros y otros experimentos científicos en los distritos más vulnerables de Madrid

Medio millar de adolescentes participan en la II Feria ‘Ciencia en el Barrio’ del CSIC
Uno de los talleres de la II Feria Ciencia en el Barrio, del CSIC

Había que elegir entre uno de los dos talleres, pero Mario Bravo, un alumno de 16 años del IES Ciudad de los Ángeles, en Villaverde (Madrid), pidió realizar ambos. En uno de ellos han llevado a cabo una pirámide con unos plásticos transparentes para obtener el efecto del holograma ante unas pantallas. En el otro, a través de unos láseres y cristales de distintos tipos, consiguen reflejar diversos efectos ópticos con la luz.

Estas actividades, realizadas previamente en su centro, han sido replicadas el pasado viernes durante la celebración de la la II Feria ‘Ciencia en el Barrio’. Por lo tanto, según las palabras del escolar, no solo ha adquirido nuevos conocimientos sino que también ha aprendido a enseñarlos a otros, convirtiéndose así en divulgador por un día. “Ha sido una oportunidad de probar lo que es la ciencia real, porque al final lo que aparece en los libros es solo teoría”.

Elección de los barrios

Él ha sido uno de los más de 500 adolescentes que han participado en este programa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La finalidad que se persigue es acercar este tipo de actividades de divulgación a barrios de Madrid que, por sus condiciones socioeconómicas, no cuentan con este tipo de oferta.

“En un principio hacíamos un mapeo consultando a los agentes sociales de cada distrito, pero a partir de 2017 el Ayuntamiento sacó una herramienta muy útil para este tipo de proyectos: un ranking de vulnerabilidad a partir de distintos indicadores y con un método científico que ha elaborado junto a la Universidad Carlos III”, afirma Belén Macías, coordinadora del proyecto Ciencia en el Barrio del CSIC.

Factores como la renta, el abandono escolar, la población inmigrante o la esperanza de vida son algunos de los aspectos que se tienen en cuenta en dicha clasificación. Atendiendo al ranking obtenido, los estudiantes participantes han venido de Usera, Carabanchel, Villaverde, Puente de Vallecas, Hortaleza y San Blas-Canillejas.

La ciencia de lo cercano

La segunda edición de la feria –el programa viene realizándose desde hace tres años pero en el primero no hubo feria– se ha celebrado en el IES Vallecas-Magerit, en Puente de Vallecas, porque este es el distrito más vulnerable de Madrid, según la lista de barrios elaborada por el Consistorio y la citada universidad.

El público asistente a la feria ha podido realizar experimentos con imágenes 3D y los defectos de la visión, los orígenes de la vida en el universo, el funcionamiento neuronal del olfato o los ecosistemas degradados. También se han llevado a cabo talleres para aprender matemáticas jugando, ‘cocinar’ con polímeros, realizar catas de chocolates o aplicar conocimientos arqueológicos al barrio. 

“Intentamos que dentro del personal investigador que participa haya muchas mujeres”, explica Macías, situando en el 65 por ciento la presencia femenina. “Nos dimos cuenta de que las chicas en estos barrios tienen todavía menos oportunidades y que tengan referentes de mujeres investigadoras jóvenes es importante –continúa–. Ven que son chicas que podrían ser ellas; dejan de pensar en los científicos como señores mayores con barba blanca y bata”.

Como novedad de este año, los adolescentes también han adoptado el rol de ‘profes’ para contar a las niñas y niños de los colegios de su barrio lo que han aprendido en sus centros educativos. Además, el proyecto ha llegado a otros públicos específicos dentro de los institutos, como estudiantes con discapacidad motora y alumnado de altas capacidades no atendido por ningún programa. Este año también se ha buscado la colaboración de un centro de día para mayores de 65 años para poder abrir actividades a esta franja de edad. 

Romper estereotipos

Hasta la fecha, ‘Ciencia en el Barrio’ ha llegado a unos 4.500 adolescentes a través de más de 130 actividades, con la implicación, en cada edición, de una treintena de investigadoras e investigadores. 

Desde 2016, la iniciativa ha permitido romper estereotipos en las dos direcciones entre personal investigador y adolescentes, llevar el método científico a las aulas, reforzar vocaciones científicas e inspirar otras nuevas.