Por Pere Estupinyà - Esta entrada fue publicada originalmente en el Blog Puntos sobre la i del Banco Interamericano de Desarrollo.
Una de las discusiones más delicadas en ciencia es si la investigación debe ser curiosity driven (ciencia básica impulsada por la curiosidad) o mission oriented (siempre enfocada a solucionar un problema concreto).
Los partidarios de la primera, más académica, defienden que explorar áreas desconocidas y aparentemente irrelevantes genera grandes sorpresas y aplicaciones inesperadas. Y tienen infinidad de ejemplos que así lo demuestran. Pero los partidarios del mission oriented research consideran que en ocasiones es un camino demasiado lento, poco eficiente, y que lo más práctico es proponerse un objetivo e investigar de manera decidida hasta solucionarlo.
En realidad son conceptos que se solapan, y es obvio que en el equilibrio está la clave. Un país que priorice la investigación básica sin marcar objetivos concretos ni promover la innovación como etapa final de su actividad científica, logrará buenos índices de publicaciones académicas pero verá como el número de patentes y otros indicadores de desarrollo y productividad estarán lejos de lo deseable. De la misma manera, fomentar sólo la transferencia de conocimiento es absurdo si no se genera este conocimiento propio.
Culturalmente los hispanohablantes somos menos emprendedores que los anglosajones. O por lo menos, lo somos en diferentes ámbitos. En el campo del periodismo científico, que es mi especialidad, llevo años observando las grandes oportunidades que tiene América Latina, pero como poquísimos compañeros se atreven a lanzarse a explotarlas. De fondo siempre está la excusa de la falta de financiamiento, y del supuesto poco interés de la población e instituciones. Pero a mi me parece que falta también convicción y valor.
Cuando algún colega se queja de que es muy difícil impulsar acciones de divulgación científica en la región, siempre respondo que es cierto, pero también que hay muchísima menos competencia que en EEUU o Europa. Si armas un verdadero buen proyecto, con un buen equipo, y apuestas por él, seguro que conseguirás apoyos. Pero el proyecto tiene que ser bueno. Muy bueno. ¿Y qué ocurre? Que los comunicadores científicos no tenemos ni idea de cómo transformar ideas en proyectos. Somos unos idealistas que nos reunimos en encuentros de periodismo con nombres varios, discutimos siempre de lo mal que están las cosas, y entre las repetitivas sesiones debatimos nimiedades internas sobre la calidad de las notas, u obviedades acerca de la influencia de las redes sociales. Luego durante las cenas o breaks nos juntamos, nos animamos, de repente aparecen ideas interesantes de cómo mejorar el periodismo científico en la región, nos prometemos que esta vez sí seguiremos el hilo, intercambiamos unos mails, pero ni se nos ocurre mencionar palabras tabú que consideramos endiabladas como “financiación”, “recursos”, “viabilidad”, “presupuesto”, “plan de trabajo”… Pasan los días y lo urgente vence a lo importante, desconectamos, y un año más tarde nos encontramos de vuelta en un nuevo “1er encuentro de periodismo científico de algo”, donde repetimos la misma cantinela.
Por eso cuando el BID me propuso apoyar en la organización de un encuentro de periodismo científico y de innovación, pensé que debíamos hacer algo diferente. No quería organizar el típico evento de mesas redondas y conferencias que lo único que aporta son contactos y cierta ilusión a los más jóvenes. Mejor eso que nada, sin duda, pero me resultaba insatisfactorio. Y sobre todo, ya no confiaba en que de la curiosidad y el conocimiento emergieran espontáneamente proyectos bien armados. Debíamos ser más emprendedores y mission oriented.
Entonces recordé un hackatón que había conocido semanas antes. Un hackatón es un espacio donde profesionales (originalmente programadores) se juntan durante dos días con el único objetivo de desarrollar una solución a un problema concreto. Allí se encuentran personas con diferentes ideas para lograrlo, y profesionales con conocimientos complementarios, que empiezan a conversar y juntarse en grupos de trabajo con el único objetivo de transformar esas ideas en proyectos. Tienen como máximo dos días, que parece poco, pero que exprimidos al máximo dan mucho de sí. Al finalizar el hackatón deben presentar sus proyectos a un jurado, que elegirá a los ganadores y les premiara económicamente para que pueden empezar a implantar el proyecto. Eureka! Debíamos hacer un hackatón de periodismo científico. Ya está bien de reunirnos en eventos para hablar siempre de problemas, encontrar alguna posible solución al final del encuentro, pero terminar yendo a casa con las manos casi tan vacías como llegamos. Al Hackatón BID de periodismo científico se debía postular ya con una idea que abordara un problema concreto del periodismo científico en América Latina, o de un país determinado. Se expondría en público, la gente se juntaría en grupos acorde a los proyectos más afines, trabajarían de manera intensa durante día y medio, al final presentarían los proyectos con sus objetivos, diseño, presupuesto, plan de trabajo, estudio de mercado, etc. y el BID premiaría económicamente a los ganadores para impulsarlo.
Además, no traeríamos sólo periodistas, sino también diseñadores, programadores, y emprendedores interesados en la ciencia y la innovación. De esta manera lograríamos una multidisciplinariedad que sería enriquecedora para el proyecto pero también para los participantes. El objetivo sería terminar el encuentro con al menos dos proyectos piloto financiados, pero también con un cierto cambio de chip entre los asistentes. Obvio que tendríamos charlas y debates sobre aspectos concretos del periodismo científico, pero el principal objetivo del encuentro no era escuchar y hablar sino trabajar. Asumir que ya conocemos de sobra el blablablá de siempre, empezar el encuentro donde generalmente terminan los otros.
Dicho y hecho, en Guadalajara 2014 realizamos la 1ª experiencia piloto del Hackatón BID de periodismo científico. Salió muy bien, hay dos proyectos en marcha, pero evaluamos la experiencia y encontramos cosas a mejorar. En diciembre de 2015 repetimos el Hackatón en Guadalajara, esta vez restringido a profesionales de Centroamérica, con algunos cambios de estructura y dinámica, y la experiencia fluyó de manera genial. Fue espectacular ver lo inocentes que eran las propuestas que los participantes expusieron el primer día, y cómo 36 horas más tarde, esas ideas se habían transformado en unos proyectos bien definidos y presentados de manera excelente. Premiamos económicamente a uno, pero un par más ganaron talleres de emprendimiento en medios del International Center for Journalism, sesiones de aceleramiento por HackLabs una aceleradora de periodismo de datos y noticias en línea y mentorias por Opinno una red especializada en innovación, tecnología y emprendimiento y apuesto a que tendrán continuidad. Para mí –y según explicaban la mayoría de asistentes- lo más valioso fue el cambio de mentalidad que exigía la dinámica del Hackatón, y el trabajo con profesionales de otras áreas. Sólo por esto, ya aportó mucho más que otros encuentros convencionales.
La evaluación que hicimos fue muy buena, y podemos decir que el Hackatón-BID de periodismo científico se ha consolidado, y que continuará periódicamente itinerando por otros países de la región. De hecho hay iniciativas de organizar encuentros locales de periodismo científico en formato Hackatón, donde además de los temas de siempre exista un espacio -más o menos extenso- para desarrollar proyectos que al final sean expuestos, premiados, y parcialmente financiados. El Hackatón es en realidad una herramienta de trabajo; una excusa para intentar ser más mission oriented y lograr superar el valle de la muerte en el que se estancan la mayoría de proyectos. El tiempo y las evaluaciones dirán si es realmente útil o no hay para tanto. Pero de momento, a los colegas que os mováis por estos lindares, os animo a considerar este enfoque más emprendedor en los encuentros relacionados con la comunicación de la ciencia.